Educación Física y Ciencia, 2006, vol. 8, p. 11-35. ISSN 2314-2561
Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Educación Física.

Artículo/Article

Los tres cuerpos del boxeador profesional

Loïc J. D. Wacquant

Centre de sociologie européenne du Collège du France. University of California, USA

Resumen
Basado en tres años de observación participante y aprendizaje en un gimnasio de boxeo para negros de la parte sur de Chicago, este artículo reconstruye las sensaciones vividas por los luchadores profesionales y la experimentación de la instrumentalidad corporal, belleza y ética - los "tres cuerpos" que juntos definen la distintiva "aisthesis" de la práctica pugilística como habilidad corporal y negocio en los barrios pobres. Esto sirve para sostener que el boxeo profesional ofrece no muchas posibilidades de crecimiento económico, como la promesa de diferenciación social y más aún trascendencia: la ética profesional del sacrificio posibilita a los boxeadores escapar del mundo cotidiano y crear un universo sensual y moral "sui generis" donde un trascendente ser masculino puede ser construido.

Palabras clave: Cuerpo; Habitus; Cultura del ser; Moralidad; Sacrificio; Deseo; Masculinidad; Barrio pobre negro Americano

Abstract
Based on thee yeards of participante observation and apprenticeship in a black boxing gym on Chicago's South Side, this article reconstructs the prizefighter's lived sense and experience of corporeal instrumentality, aesthetics, and ethics - the 'three bodies' that togheter define the distinctive 'aisthesis' of pugilistic practice as corporeal craft and ghetto trade. This serves to argue that professional boxing offers not so much an opportunity for economic betterment as the promise of social difference and even transcendence: the professional ethic of sacrifice enables boxers to tear themselves from the everday world and to create a moral and sensual universe 'sui generis' wherein a transcendent masculine self may be constructed.

Keywords: Body; Habitus; Culture of the self; Morality; Sacrifice; Desire; Masculinity; Black American ghetto


La gran cosa que él tenía para vender, pensé, es su cuerpo. Esta es una de las preguntas del mundo, este cuerpo de un buen luchador. Pensá las cosas que debe hacer cuando la mente ordena esto, y porque esto puede hacer estas cosas, este compro esta casa, los muebles y la ropa que ustedes usan y la comida que comen. En un mes este hombre entrara con ese cuerpo a competir contra otro hombre. Habrá muchas cosas escritas y leídas acerca de esto, y habrá muchos miles de dólares involucrados. Después que la gente del país vea esto en sus casas y bares y después que se haya acabado leerán acerca de esto, si es una buena pelea, pensaran y hablarán acerca de esto. Todo esto depende de este cuerpo. El Profesional. W. C. HEINZ.

¿Como puede ser uno un luchador profesional? Para responder esta aparentemente prosaica pregunta, no es suficiente expandir las extrañas imposiciones ajenas - de la subordinación de clase, exclusión racial y orgullo masculino- que soportan esos quienes entran en este sangriento y glorioso negocio. Contrariamente a la ideología profesional e imaginario popular (Collins 1991), la vocación pugilística no es una directa, pura, precipitación de la "triste compulsión de la vida económica" y del absoluto deseo de trazar una ruta fuera de la marginalidad urbana. Homo Pugilisticus no reproduce al tonto social de la economía neoclásica (Sen 1977), un autómata programado ciegamente para maximizar una noción de utilidad, empujado y tironeado por fuerzas materiales como el hierro retorcido por un campo magnético.

In Foro Interno

Es verdad, los boxeadores provienen casi exclusivamente de la clase trabajadora y muy a menudo de familias pobres - luchadores de clase media son raras anomalías, "fenómenos" a quienes les preguntan reiterativamente que están haciendo entre las cuerdas. En los Estados Unidos, como en otros países, ha sido la preservación virtual de las categorías etnoraciales subordinadas guiadas, en sucesión, por los Irlandeses y Judíos Centroeuropeos antes de la mitad del siglo, Italianos y Afro americanos en las décadas de posguerra, y más recientemente Latinos (Andre y Fleischer 1987). No se puede negar que ingresar en el boxeo profesional es parte de un proyecto de ascenso material y movilidad económica. Un conocimiento íntimo de las privaciones es seguramente un poderoso ingrediente en la génesis de la llamada de los golpes de puño.

La posibilidad de ganancias financieras, grandes o pequeñas, la (estáticamente improbable) esperanza de pagas astronómicas que permitirían comprar una casa, retirarse, y proveer a parientes e hijos es frecuentemente caracterizada en el vocabulario de los motivos (Burke 1991) que los luchadores dan para explicar, a ellos mismos y a los otros acerca de ellos, por que ellos están en el negocio de los golpes. Un peso liviano negro de Chicago con un triste record de cinco derrotas en nueve peleas habla para muchos de sus colegas cuando dice:

Boxeo porque voy a ir a ese motel, hotel o taberna de vacaciones; lo que venga primero, y voy a hacer lo mejor para mi familia, voy a hacer esa plata. Voy a ganar el cinturón y no seré uno de esos tipos que dicen "yo podría-debí-hubiese hecho esto."

Aun así el despojo material no es una condición suficiente para involucrarse en el negocio pugilístico. Primero, los boxeadores no provienen, como el saber popular y profesional pensarían, siempre de los segmentos mas desposeídos de la urbe o de las clases mas bajas de inmigrantes. En verdad, su perfil social se compara bastante favorablemente con aquellos de los sectores bajos de los barrios pobres1: era más probable que los profesionales trabajando en los principales gimnasios de Chicago a principios de los 90 hayan terminado el secundario, estar empleados y casados, y tener un auto y chequera que los jóvenes residentes del lado sur de la ciudad (Wacquant 1992ª:232-233).

Además, un cercano examen de los caminos de los boxeadores por las pistas y niveles jerarquizados del campo pugilístico sugiere que aquellos que persisten y logran algo en el negocio no son, en todos los casos, salidos de los rangos mas bajos de la escalera social. Los entrenadores admiten, aprendices relegados en familias no constituidas sin una mínima noción de seguridad y orden de vida es improbable que sean personas centradas frugalidad y reglamentación requerida para resistir las demandas diarias del entrenamiento. El mito del "luchador hambriento" de acuerdo al luchador que asciende de los sectores mas bajos, tienen una gran chance de triunfo es solo eso, un mito2.

Segundo y más importante, no todos los adolescentes pobres del ghetto están atraídos por el ring. En realidad, solo una minúscula y decreciente fracción de los hijos del (sub.) proletariado urbano eligen "los guantes" y menos aún continúan hasta cruzar la línea entre al boxeo amateur y profesional3. Treinta años atrás, cerca de tres mil luchadores se anotaron para "tirar unos golpes" en el Golden Gloves de Chicago, el más prestigioso encuentro anual para amateurs. En 1990 se anotaron insignificantes ciento treinta púgiles y solo dos victorias hubiesen bastado para ponerme en las finales del torneo en la categoría en la que estaba compitiendo. Así entre los profesionales, en los 60’ dos docenas de luchadores merodeaban en el pesaje de la mañana para ofrecer sus servicios en el evento, ante una deserción de último minuto; hoy el organizador local a menudo tiene que salir a los gritos a encontrar un cuerpo vivo cuando falla uno de los contendientes (Wacquant 1998a). Cierto es, que existen otros caminos más atractivos para tratar de escapar a la pobreza para un adolescente atlético en la ciudad contemporánea. Los deportes de equipo formados en las escuelas secundarias y colegios, como fútbol, básquetbol y baseball -los tres deportes mas populares en Norteamérica-son una apuesta mucho mejor que el boxeo. Las posibilidades de éxito no son mucho más grandes que en el básquetbol, pero estos sueños son mucho más aceptables, la NBA es más glamorosa, las ganancias de los profesionales y semiprofesionales son considerablemente mayores, la demanda física mucho menos pesada y uno puede al menos obtener un titulo y pretensiones de educación en el camino (Joravsky 1995)

Pero es el sector ilegal de la economía callejera el que provee las más variadas y lucrativas oportunidades de "dinero rápido" y postula un argumento más a la estrictamente cuestión económica de dedicarse al pugilismo. Vender cosas robadas y vender joyas falsas, las apuestas y la prostitución, el delito y el asalto, trabajar de guardaespaldas y la gran cantidad de actividades generadora de recaudaciones, que son el principal recurso de los gangsters son de fácil acceso y dan iniciativas a los deseos de los jóvenes a tomar riesgos para seguir adelante (Wacquant 1998b, Donaldson 1993).

Los atletas de las áreas de bajos recursos no poseen ninguna de las características de "individualismo desafiante" que guían a otros adolescentes a convertirse en sólidos miembros del delito. Sánchez-Jankowsky (1991: 355-356) enfatizan que "si bien la sociedad aplaude esta vía de éxito, la probabilidad de obtenerlo <por medio del deporte> es mucho menor que por medio del crimen". Un medio pesado negro que trabaja como seguridad por las noches en un hotel lamenta el hecho que el aliciente de la calle haya invadido su barrio de la parte oeste.

Así es la cosa, ser un pistolero, un vendedor de drogas. Eso es lo que están haciendo, estar ahí, vendiendo drogas, descuartizando gente- ese es su arte.

Trabajos de principiantes en el sector de las drogas no son solo confiables y muy accesibles (Adler 1995); además pagan en una semana lo que un luchador de club ganaría en meses. La escala de salarios para los púgiles principiantes, está a años luz de las bolsas de millones de dólares anunciadas en todos los titulares en ocasiones de peleas principales en Las Vegas y Atlantic City.

En Illinois la tarifa básica acostumbrada son 50 tristes dólares por round, pero un boxeador preliminar generalmente obtiene una bolsa de 150 dólares por un encuentro de 4 asaltos y un sólido profesional encabezando las tarjetas comúnmente gana menos de mil dólares por una pelea de diez rounds. Considerando que la mayoría de los púgiles consiguen pelear aproximadamente una vez por trimestre, como mucho, es obvio que la ganancia pecuniaria no puede ser el único o aun dominante factor motivante operando aquí (en los 1980´s, solo 4 o 5 boxeadores en Chicago ganaban suficiente en el ring como para vivir estrictamente de esto).

Claramente, una perspectiva centrada en los factores desfavorables y limitada a determinantes negativos -como y por que los boxeadores están excluidos de otros estilos de vida- nos dice muy poco acerca del sentido del boxeo profesional como empleo. Para hacerlo debemos abandonar temporalmente lo que George Herbert Mead llama "el mundo externo" para investigar el universo interno del trabajo diario del pugilista. Debemos esforzarnos para comprender al boxeo como un cosmos social, moral y sensual, una sinekultura cuerpo céntrica (Weber 1958:92) que ofrece acción y posiblemente redención en el mismo momento donde amenace su destrucción.

Como cualquier agente social, el boxeador es un sensual y apasionado ser de carne y hueso, un cúmulo de motivos y deseos que se siente obligado a volcar devotamente sus energías en una ocupación que ofrece no tanto una oportunidad de crecimiento económico como la promesa de diferenciación social y mas aun trascendencia (Wacquant 1995a). La profesión de los puños da a quien entra en ella, pertenencia a un mundo significativo y una chance de manejar su propio destino, convertirse en un ser social valioso, precisamente cuando se ve amenazado el único valor precioso que posee y atesora: su masculino, marcial, beligerante cuerpo.

Para poder entender las atracciones existenciales de la lucha profesional, uno no puede contentarse con una mirada externa de los antecedentes y correlatos sociales (Sudgen 3291897).

Uno debe imperativamente entrar en foro interno y atender muy cercanamente a la experiencia de vida diaria de entrenamiento y combate. Solo entrometiéndose en el cuerpo sintiente y sufriente (Scheper-Huges 1993) de los luchadores; este "mundo imaginario" en el cual se siente, piensa y actualiza su proyecto de vida, podemos empezar a explicar la profesión del pugilismo.

Para desplegar las características salientes del boxeo profesional como destreza corporal y expresión sensual, esbozo datos etnográficos y experienciales producidos en el curso de un intensivo trabajo de campo en un gimnasio de negros en el ghetto de Chicago (Wacquant 1995b:75-78). Durante mi estadía de tres años en el Stoneland Boys Club (Agosto 1988 a Octubre 1991), aprendí el oficio de las cuerdas bajo la tutela de un entrenador de reputación mundial de la "vieja escuela", sirviendo de sparring a profesionales y amateurs, presenciando peleas locales y torneos, y generalmente embebido en la cultura de la cofradía gracias a relacionarme con mis compañeros de gimnasio y otra "gente del box".5 Mantuve un diario detallado de mi extenso noviciado, asentando cada noche después de cada sesión mis observaciones e impresiones de los vastos eventos y actividades que construyen la fabrica de la vida diaria en el gimnasio. (También entrené brevemente en otros tres gimnasios profesionales en Chicago y visite clubes en otras ciudades en Estados Unidos y el exterior.) Habiéndome establecido como un miembro del corazón interno del gimnasio, recogí las historias de vida de mis compañeros y entreviste cerca de cien luchadores, entrenadores, managers, asistentes de esquina, réferis, y otros oficiales en el gran Chicagoland, incluyendo el grupo entero de profesionales que entrenaban en el verano de 1991. Finalmente escrute las peleas televisadas, tamizadas a través de las revistas del rubro y diarios; y recabé literatura como (auto) biografías como también las representaciones que tenían del boxeo los eruditos y periodistas del boxeo.

La tendencia de sobreintelectualizar la acción social lleva a dolorosos errores analíticos que obligan a borrar su dinámica inmanente (Bourdieu 1990), el relato que sigue es deliberadamente moldeado para poner en primer plano los haceres corporales y sentimientos de los boxeadores en su medio natural del gimnasio. 6 En profundas entrevistas, observación naturalistica, y relatos fenomenológicos del aprendizaje personal asociado a la concepción de instrumentalidad corporal, estética y moralidad de los boxeadores; estos "tres cuerpos" definen la aisthesis de la práctica pugilística. Elucidando el "reconocimiento corporal" (Merleau-Ponty 1945-93) que tiene el boxeador de su praxis ocupacional y el mundo; ayudara a hacer inteligible la "utilidad de la acción"7 especifica que este negocio carga sobre los que se dedican a esto.

Una maquina, un Arma, una Herramienta.

Es sabido que las ideas del cuerpo son bastante maleables, habiendo cambiado a lo largo de la historia y cada época tuvo distintos paradigmas para representar su constitución y propósitos (Synnott 1992). Estudios transculturales han también documentado ampliamente la extraordinaria variabilidad de los significados que el organismo humano adquirió en diferentes escenarios mundanos y rituales (Freer et al. 1989). Pero las concepciones del mundo variaron también a través y dentro de las habilidades corporales, dependiendo del complejo de reglas y técnicas que las definen a las propiedades sociales de sus practicantes, y de esta manera la forma específica de "excelencia humana" que ellos promulgan. Por ejemplo, al principio del siglo veinte, Francia, atravesó uno o dos modelos: una comparación con los caballos purasangre en el caso de los amateurs de las clases altas y una semejanza a los trenes a vapor en el caso de los profesionales de origen desposeídos (Bruant 1992; ver también Alter 1992).

¿Cómo conciben su cuerpo lo boxeadores profesionales? ¿Qué cúmulo de significados toman prestado para construir y comunicar su experiencia de simultáneamente ser y construir un capital corporal? ¿Y que términos usan para describir el trabajo corporal que día a día llevan a cabo para este fin (Wacquant 1995c)? No una sino tres imágenes aparecen insistentemente en las entrevistas y sin fin de conversaciones que tuve dentro y fuera del gimnasio con pugilistas profesionales, quienes alternativa o simultáneamente definían al cuerpo como una maquina, un arma o una herramienta. En todos los casos, este cuerpo merece un devoto cuidado y llamadas para un incesante "trabajo de mantenimiento" rondando un autentico culto profano.

Es más, es común para los boxeadores también utilizar el idioma religioso de iglesias y santuarios, para expresar el sentimiento de sacresia con el que imaginan y tratan a su propio organismo.8

La metáfora más común que los luchadores usan para hablar acerca de su cuerpo es aquella de una máquina o un motor que constantemente necesita ser " <tuneado> o (afinado)" y cuidado apropiadamente, sus partes chequeadas y reemplazadas a tiempo, sus filtros cambiados, su tanque de combustible recargado, así se mantiene en perfecto orden para su funcionamiento. El automóvil es la analogía favorita, como lo indican las siguientes analogías.

Es como un motor: necesita aceite, sin aceite no va a andar bien, un buen tipo de aceite o no va a funcionar bien. No podes, si tenes un turbo, poner aceite para las cortadoras de pasto en el motor, sabes, no va. (Negro peso welter, 25, boxeador de tiempo completo mantenido por su manager)

Es como un auto, sabes, le das un afinada y tenes que trabajar duro, trabajar duro (peso súpermediano puertorriqueño, 30, mecánico de autobuses).

Es una maquina bien afinada y tratas de no golpearla y así podes durar en el boxeo. Y verte a vos mismo en forma es cuando podes ver (rápidamente) a un tipo, sacarlo del camino, bailar en el ring y no estar cansado, ahí te sentís bien - ahí es cuando la máquina está bien afinada. (súpermediano negro, 32, bombero)

Los entrenadores adoptan una terminología similar para explicar como centran la preparación física y mental de sus pupilos cuando se acerca el combate: "¿Qué hago?" dice un entrenador del Chicagoland Boys Club, "tratare de poner un poco" más presión en ciertos aspectos. Le dije pone más presión en vos mismo, así cuando llegue la hora de la pelea, vas a estar relajado, listo: como un auto perfectamente afinado- vas a estar afilado.

Podría parecer paradójico invocar una metáfora inorgánica e intransitiva para designar una entidad viviente como el cuerpo humano pero en esto, los boxeadores siguen una larga tendencia de la cultura occidental remontándose a Descartes y Hobbes (Leder 1984).9 Esta metáfora es también apropiada para captar la estructurada complejidad e interdependencia de los variados componentes que componen el cuerpo de los luchadores como un sistema autorregulado y adaptable de percepciones y energía motora. Aun debe ser acentuado que esta "máquina compuesta de carne y huesos" (Descartes 1971:104) no es una entidad inanimada sino una matriz generativa dotada de su propia agencia, una forma especial de prudencia y una real, si no limitada capacidad para la guía autónoma en el cosmos pugilístico (Waquant 1992:241-249).

Una segunda serie de imágenes corporales se unen alrededor de metáforas militares de armamento. Y nuevamente por buenas razones. Primero, el cuerpo de los boxeadores es a la vez su arma de ataque y la única protección que tienen contra la lluvia de golpes de sus contrincantes. A los pugilistas les gusta pintarse como "gladiadores" modernos o "guerreros" quienes entablan luchas "cuerpo a cuerpo" con algún otro, y una pelea particularmente llena de acción en la que cada contrincante de lo mejor de si mismo, comúnmente ganará la laudatoria apelación de "guerra". La actualidad boxística está sazonada con términos militares como "generalazgo en el ring," "disparar piñas," "bombas" y "desarmar al oponente con artillería pesada". Este idioma militar esta también caracterizada en los "nombres de guerra" que los luchadores adoptan: tres púgiles de Chicago escogieron (o les pusieron) como alias "Rifleman," "Ametralladora," y "Mini cañón". En un amplio retrato que la revista Life publicado en la ocasión del épico combate con Muhammad Ali en 1971, Norman Mailer describió al campeón de peso pesado Joe Frazier como "la ultima máquina de guerra". De su pensamiento en el ring, Mike Tyson (citado en Oates 1988:252) dijo: "Soy un boxeador. Soy un guerrero. Haciendo mi trabajo". No es por casualidad que el boxeo ha sido el deporte más esponsoreado y practicado por el ejército. Y hasta hoy, "si caminas por un negocio de comics encontraras una colección impresionante de héroes violentos: policías, cowboys, superhombres, sargentos de infantería, pilotos y boxeadores" (Connell 1989:196).

Segundo y relacionado con esto, en muchos estados, los puños de los boxeadores profesionales son legalmente registrados como armas y un luchador que toma parte de una pelea callejera o escaramuza, puede ser acusado de asalto a mano armada. Los boxeadores lo saben y se enorgullecen en explicar que prefieren escapar de una confrontación pública. Ellos establecen una marcada diferencia entre el boxeo y la pelea callejera y insisten que su habilidad profesional (una típica técnica de pelea) no debe ser confundido con estas últimas (Wacquant 1995a:501-507).10

Es mi herramienta, mi arma y yo tengo que mantener mi arma limpia y yo tengo que mantener mi arma aceitada. Cuando entreno, estoy aceitando mi arma. Cuando vivo limpio, estoy manteniendo mi arma limpia. (sus ojos se iluminan con regocijo) cuando peleo, estoy usando mi arma. (Negro peso pesado, 27, mantenido por su manager)

Veo a mi cuerpo como un escudo, como un escudo blindado: tiene que estar duro, uh, necesito que este brilloso, cuando ves que brilla y mostras que, viste, cuando el otro luchador me mira, que estoy en una condición atlética bien afinada, viste, que, uh, vas a tener que tener algo para poder realmente pasarme por encima- me refiero a que esta es mi barrera y vos no vas a entrar y atropellarme, etc. (negro peso mediano, 29, repositor)

Los boxeadores, noventa, noventa y cinco por ciento están en buena forma. Si no estas en buena forma, como vas a poder ganar la pelea, ¿Sabes-que -quiero-decir, Lou? Uh, cuando tu cuerpo esta en forma podes absorber el castigo... Quedas lastimado, recibís unos buenos golpes y todo eso, estas en forma. Podes soportarlos, o podes quedar lastimado, podes volver en cuestión de segundos (se suena los dedos)... Es un arma y un escudo, sabes, al mismo tiempo, sabes, porque te van a pegar. Es parte del juego. (Peso liviano Mexicano, 23, conductor de retroexcavadoras)

Los "nombres del ring" que reciben los boxeadores, temprano en su carrera, frecuentemente hacen referencia a las ventajas físicas especificas que poseen, como mano veloz, piña poderosa, y cuerpo mas forzudo, que hacen su armamento mas potente: de esta manera Meldrick "TNT" Taylor, Roberto Mano de Piedra Duran y "Iron" Mike Tyson, por citar tres recientes campeones. Los apodos de los luchadores del área de Chicagoland incluyen "La Roca," "Tormenta de Truenos," "Speedy," "El Dardo" y "Serpiente."

Una tercer mirada prevaleciente del cuerpo lo asimila a una herramienta -un instrumento de trabajo- que debe ser continuamente reacondicionado para el propósito que le fue designado: "es mi herramienta, mi hacedora de dinero, aduce un trabajador de una metalúrgica de 37 años que peleó en el circuito por cerca de dos décadas para suplementar sus ingresos. "me refiero a que es una herramienta que estas usando", es tu objeto, es tu último objeto de subsistencia, okay, y vos tenés que estar sintonizado en esto, tanto como puedas", repite un peso crucero consejero de jóvenes en un centro de detención. Como trabajadores de una línea de ensamblado, la pura repetición y nauseabunda monotonía del régimen diario del luchador, con su sucesión sin fin de ejercicios exactamente idénticos, repetido durante ciclos sucesivos, y fastidiosos sonidos y sensaciones, contribuye mucho a fomentar esta forma de ver las cosas. Como la máquina o el arma, este cuerpo-herramienta debe ser mantenido y ser usado en provecho propio para que no pierda su precisión y se vuelva inefectiva o aun inservible:

La razón por que perdí esas peleas, creo, que yo era capaz de tirar dos combinaciones de golpes, no era capaz de tirar cinco - o seis - combinaciones de golpes. Estaba quemado... estaba quemando la vela por las dos puntas, no estaba tomándome el tiempo para afilar, afilar la sierra: (imitando el movimiento de una sierra con sus manos)!serruchas y serruchas y serruchas y se vuelve fastidioso! Y sabes que podes serruchar tan fuerte como puedas pero si no esta afilada que podes hacer: ¡nada! ¡Eso es lo que estaba haciendo! (blanco peso medio pesado, 31, mantenido por las ganancias de sus peleas y trabajos ocasionales)

Trato de ver a (mi cuerpo) como una herramienta, una herramienta que, cuando la preparo para boxear la tengo que cuidar. No puedo dejar que El Padre Tiempo o los años, (haciendo una mueca) ya sabes, te coma, no puedo dejarte saber o permitirle a la vida comerme, tengo que ser realmente cuidadoso del cuerpo, sabes: no tenes otra. (Negro peso welter, 29, desempleado)

Estas tres imágenes convergen para solidificar una radical concepción instrumentalista de, y en relación hacia el cuerpo. No es sorprendente de un "deporte de percusión" en que el cuerpo mismo constituye el implemento básico del negocio (Defrance 1995:53-54). Es también una concepción que los boxeadores congenian por su afinidad inmediata con lo que deben a los condicionantes de su entorno social próximo. La vida diaria en el ghetto, con su énfasis en el tiempo libre, "dando vueltas", y la valoración de las formas de plebeya masculinidad (incluyendo, más significativamente, las peleas callejeras)que encuentran una salida en los deportes (Folb 1980; Rundman 1986),la prevalencia de comportamientos predatorios asociada a la "agobiante" y omnipresente violencia pública (Waquant1998b), contribuye a predisponer a los jóvenes de las ciudades, o de las áreas de bajos recursos más generalmente, a ver su cuerpo como algo para aprovechar con fines monetarios.

La mayoría de los luchadores negros de Chicago crecieron en los alrededores del ghetto en áreas donde la inseguridad era endémica, el crimen callejero era parte del paisaje así como los edificios desmoronándose y los negocios corporales unidos a la parte inferior del mercado laboral no capacitado, entretenimiento, deportes, y el submundo de una manera de vivir muy banal. De los 36 boxeadores Afroamericanos encuestados acerca del tema en 1991, 25 han presenciado directamente un asesinato, 23 han sido victima de un disparo o puñalada, y 22 consideraban provenir de un barrio "rudo". Seis de diez solían pelear en las calles antes de abrasar la Dulce ciencia. Y casi todos tuvieron padres con ocupaciones manuales: camioneros, obreros de la construcción, soldadores, repartidores, soldados, carteros. Mi compañero de gimnasio, Leo, quien poseía un título de radiología y peleo por siete años antes de "colgar los guantes", pasó su niñez en la parte sur de la ciudad. Sus padres recibieron educación primaria y trabajaron duro toda su vida en los molinos de U.S. Steel. Una noche él recordaba mientras estábamos sentados conversando en su cocina:

Yo estaba en la 56 y la Normal. Era como mafia, loco, viste, una mafia y viste, tirando estaban en la esquina, viste, tirando: ¡ping, ping! (imitando disparos de arma). Los días en la secundaria Cooley, viste como los pibes más grandes estaban afuera en la calle tomando, viste, tirando, viste, apretándonos a los más chicos a que nos volviéramos (tímidamente) en delincuentes, viste, y nosotros entrábamos y los pibes más débiles podían matar a alguien o ir a la cárcel, y meterse de lleno en el corazón del crimen.

En un ambiente donde uno tiene que estar siempre preparado para "comer o que lo coman" porque así es la "ley de la selva", como a mi sparring Ashante le gustaba decir, en el que la aspereza física y el coraje son lo primero, no hay que preguntarse como uno vive el cuerpo como un instrumento con significado potente y servicial.

La bella y la bestia

La concepción instrumental no regula enteramente las preocupaciones estéticas; más bien, las subordina a una eficacia técnica. Los boxeadores son excesivamente concientes de su apariencia externa y necesitan verse arreglados, tonificados y duros.12 Lo demás desde lo que a ellos concierne es una performance artesanal que, por definición, los somete a la apreciación visual del consumismo público: "Como cuando televisan una pelea, te queres ver bien, queres que tu cuerpo se vea bien", insiste un peso liviano negro de 29 años de Chicago del Norte que esta por aparecer en un show televisivo. "así mi cuerpo se ve bien tallado, y me gusta sacarme la remera, no me gusta verme como un flacucho, viste. Queres ver que pusiste algo en tu cuerpo, queres ser lo mejor que podes." Juicios apreciativos de simetría corporal, proporción, y entrenamiento están valorizados no por si mismos, como en el fisicoculturismo competitivo (Klein 1993), sino porque expresa reconocimiento de las inconfundibles marcas externas de la preparación instrumental del luchador. Esta conjunción de belleza y eficiencia esta claramente incluida en el siguiente extracto de una entrevista.

Para mí (mi cuerpo) es una obra de arte, viste, todo esta donde corresponde: tu tonicidad corporal y tu tono de piel. Te sentís bien, viste, estas mental y físicamente en forma. Mi cuerpo es un arma mortal. Es como un arma, viste, (su discurso se acelera) cuando alguien viene a vos, sabes que va a venir a vos. No te van a tomar en broma y vos lo sabes (peso crucero negro, 26)

La preparación física, es interpretada como un confiable indicador empírico de compromiso moral y determinación mental. Muestra que el boxeador "ha hecho su tarea para el hogar" en el gimnasio y es honrar el código de ética de la corporación. Esta ajustada correlación entre decoro corporal y preparación espiritual, semblante corporal y postura moral, lo "físico y lo metafísico" (Synnott 1993:78), explica la obsesiva atención que los participantes en el universo pugilístico entregan a la apariencia y síntomas corporales. Los entrenadores, por ejemplo, cuidan los más pequeños signos corporales, las piernas temblando, la hinchazón de los nudillos, transpiración insuficiente o una respiración serena, así como muchos "avisos del cuerpo" (O´Neill 1985:24) para la dedicación de sus luchadores profesionales y prevención de su probable conducta en el ring. Un referí ve tan lejos como para afirmar que puede predecir el resultado de una pelea basado en una inspección detallada y una hermenéutica comparativa del físico de los dos contendientes:13

Como están construidos, viste, como se ven físicamente, me dice, me dice setenta y cinco por ciento quien va a ser el ganador. Seguro... Un pibe que entra, viste, flaco, flaco y bien sabes que ya viene entrado en calor, transpirando, sabes que esta preparado.

En la cultura pugilística, no es la cara la que cristaliza el sentimiento de identidad (Le Bretón 1992) sino el organismo entero y especialmente el torso, asiento del corazón, el cual en la jerga ocupacional designa la cualidad mas reverenciada del auténtico luchador, valor inquebrantable y la capacidad de "inflar el pecho y levantarse" cuando se esta tambaleando al borde de la derrota.14 El físico belicoso en el ring se convierte en una cuestión de intenso orgullo personal así también como profesional. "Pensa, ver una estatua de un hombre que es grande y en condiciones como vos, viste, decís ¡hey! En mi próxima pelea mi cuerpo se va a ver espectacular" confiesa mi compañero de gimnasio Eddie mientras se saca las vendas de las manos después de una vigorosa sesión de sparring. Y susurra con un obvio sentimiento de autosatisfacción: tuve pibes que (me dijeron), (con admiración) "!loco! ¡Este tipo se ve bien!" les ganas y te sentir mucho mejor, acrecienta tu ego y te dice anda a entrenar. La íntima asociación entre semblante corporal y labor corporal es todavía otra forma de comunicar la función de estética y el pragmatismo del pugilismo. Esta fusión, permite al boxeador investir la importancia del cuidado de su cuerpo, una actividad convencionalmente femenina, sin por ello ser "femeneizado".

La otra cara de la moneda de la resplandeciente eficacia es la implacable obligación de cuidado corporal y la mordaz ansiedad de caer en la decadencia y negligencia. Los boxeadores, entrenadores y managers, trabajan en cercana colaboración para preservar y proteger el capital corporal del luchador a través de un obediente entrenamiento, virtuoso estilo de vida y la apropiada selección de tiempo entre peleas. "Cuido mi cuerpo como si cuidara a mi hijo", declara un negro de 20 años peso welter que dejo su empleo como guardián de seguridad para ser boxeador de tiempo completo después que su manager accediera a pagarle un modesto "salario semanal". "Amo mi cuerpo, así que no haría nada para lastimarlo. Si, cosas como drogas y cosas así, nunca las pondría en mi cuerpo". Los boxeadores recurren a una amplia colección de técnicas de mantención del cuerpo - lo que Berthelot (1983:127) etiqueta "practicas de perpetuación"-para asegurar que su trabajo diario no perjudique su cuerpo, sino que por el contrario, incremente sus habilidades y su potencia.

De la forma que encintan sus manos y lubrican su cara, a las cremas y pomadas con las que se frotan sus miembros antes y después de entrenar, a las rutinas especiales y ejercicios que ejecutan (apretar bolas de arcilla, tracciones de cuello, abdominales, aplicar sal muera en su piel, etc.), los luchadores profesionales deben constantemente estar atentos al descuido y a estar bien de su autentico alter ego que es su cuerpo. Las partes estratégicas de su cuerpo como las manos y la cara (especialmente la nariz, labios, y la epidermis alrededor de la cuenca del ojo) son el objeto de redoblada atención ya que son las zonas más propensas a dañarse, puesto literalmente los hors de combat (Wacquant 1995c: 83-85).

Los boxeadores que no salvaguardan concienzudamente sus cualidades corporales invariablemente ven sus carreras obstaculizadas o prematuramente terminadas. Están más propensos a lastimar sus nudillos cunado entrenan, a sufrir cortes faciales en la cara durante una pelea, y ver su preparación obstaculizada por los constantes hematomas, moretones y cortes. Es otra paradoja de esta bisagra profesional que las lesiones corporales nutran entre sus practicantes un ávido sentido de apreciación del cuerpo, belleza y orgullo. Kenny es un peso liviano de 28 años que trabaja como repositor en una carnicería. Al final de su puntilloso entrenamiento vespertino cuenta:

Yo siempre, uh, cuido mucho mis dedos, o mis manos. Me aseguro que no hago nada para lastimar mis manos, porque son como joyas, (me muestra sus grandes manos como pesuñas, extendiendo sus dedos con una ancha y radiante sonrisa) viste. Mira como brillan ya, ellas son muy importantes, viste. Si te lastimas algo que no sean tus manos: eso puede arruinarte todo.

Pugilistas deben del mismo modo aprender a vivir y manejar el disconfort físico, el dolor, y las lastimaduras. A diferencia de victimas de dolores crónicos quienes se sienten atrapados en un mundo de no comunicación (Kleinman 1998), ellos tiene a su disposición un rico vocabulario que les permite afrontar el dolor, especialmente el rutinario y leve, generado en el entrenamiento diario, diferente del dolor agudo y puntual de la pelea misma - no con muda negación, sino con valorización personal y solemnización colectiva.

Contrariamente a la idea comúnmente sostenida, los boxeadores profesionales no disfrutan de absorber el castigo corporal y ciertamente se escandalizan con el estereotipo que los pinta como hombres violentos movilizados por impulsos sadomasoquistas. Un peso mediano de 29 años blanco que trabaja como nivelador de asfalto dice: "No, noooo, ¡a los boxeadores no les gusta el dolor¡ ¿A quien diablos le gusta que le peguen en la cara? ¡Quiero decir, (abatido) tenes que estar loco, a nadie le gusta!" Un compañero negro de 32 años que se gana la vida ilegalmente de matón dice: "No me gusta que me peguen en absoluto. Si, los boxeadores pueden soportar el dolor, pero no les gusta el dolor. Yo se que a mi no." El dolor es un correlato del propio esfuerzo profesional y un indispensable significado de los fines que el boxeador persigue. Su aceptación de mala gana y metódica mansedumbre (no es afición, es ser capaz de hacerlo) es públicamente interpretado como buena evidencia de la habilidad de uno para encaminar su destino reafilando su sentido y habilidades corporales.15 Y el sufrimiento al que los boxeadores se sujetan es predecible, y claramente circunscrito, así como muchas propiedades que lo hacen eminentemente preferible a los tristes, generalizados y azarosos dolores surgidos por la falta de control que caracteriza la vida cotidiana entre la vida cotidiana urbana (Rubin 1976).

Los pugilistas deben también vivir con la angustia personal que acompaña el serio riesgo de lesiones, daños y deterioros corporales. De su experiencia, ellos han reconocido una estremecedora apreciación de la fragilidad y finitud física y son concientes de la inevitable erosión que viene con el consecuente cumplimiento de su area profesional. Los luchadores no son ni idiotas ni ingenuos: ellos pueden ver a su alrededor el resultado del irreversible "use y tire" causado no solo por los choques pugilísticos entre las cuerdas, sino también por el enlentecedor trabajo cotidiano en el camino, en el piso y en el ring dentro del gimnasio (Wacquant 1992a:237-246). Saben que un par de peleas rudas pueden bastar para obtener una muerte fatal, aún para quien sale victorioso de un combate: "Eso es lo que la gente no entiende, Louis," se queja mi viejo entrenador, "no importa si ganas o perdes: ambos pibes se llevan una paliza monstruosa"

Los años de los púgiles vuelan, más rápido quizás que cualquier otro atleta (me quede paralizado, en verdad, horrorizado - cuando vi fotos de mis compañeros de gimnasio de dos años antes que se hayan convertido en profesionales, en las cuales se veían una década más jóvenes). A los 25, Lewis es uno de los más reconocidos boxeadores en Chicago. Cinco largos y obscuros años peleando en las peleas de trastienda le costaron ganarse un lugar en el ranking mundial. Si consigue pelear por el título y lo retiene, planea retenerlo por solo dos cortos años, sin peros: "! Porque me estoy cansando de esta mierda! (ríe incómodamente). Ahora, no es eso, quiero pasar más tiempo con los chicos y (sombriamente) no quiero terminar como un boxeador estúpido...No me quiero retirar (balbucea como debilitado) gnah-gnah-gnooo, un idiota: me quiero retirar mientras tenga buenos sentidos para jugar con mis chicos y enseñarles algo".

Un tema recurre a través de las imágenes que los boxeadores proyectan de su cuerpo, esa de pulcritud. Ya sea semejada a una máquina, un arma o una herramienta, el cuerpo debe ser protegido de las tentaciones, de las contaminaciones, o el mundo frívolo así como comidas "malas", alcohol, drogas y mujeres-y no necesariamente en ese orden. "yo trabajo mi cuerpo, así que viste, un cuerpo limpio mantiene limpia la mente, así, un montón de veces mi mente esta mucho mas relajada," dice un peso mediano negro de 30 años mantenido por su manager y que tiene un record de siete victorias seguidas. La atracción de las metáforas religiosas que los boxeadores frecuentemente citan para describir su cuerpo-"es algo muy sagrado y lo cuidas, aún cuando no estas peleando", "un templo que debe ser preservado"- derivan de su cercana asociación con la idea de pureza.

El entrenamiento y las múltiples técnicas de la regulación de las funciones corporales que usan los boxeadores son semejantes a un proceso de separación de la frivolidad y purificación. Los cuerpos de los boxeadores son una entidad sagrada en el sentido Durkheimiano: representado por lo profano, constituye el objeto de un "sistema solidario" de creencias colectivas y prácticas rituales "que se unen en una única comunidad moral," la hermandad de Fistiania, "todos los que adhieren a ella" (Durkheim 1985:65).

La ética profesional incorporada

En sus lecturas de ética profesional, Durkheim (1950:52) previene que "no hay forma de actividad social sin una disciplina moral propia de esta" y no hay entorno social que prospere sin una. La moralidad ocupacional del boxeo profesional es personificada y celebrada por la noción popular de "sacrificio." Sacrificio se refiere a un conjunto de reglas diseñada, primero, para reestructurar y regularizar la conducta con la vista puesta hacia optimizar el capital corporal del boxeador y segundo, descomprimir sus mañanas para encerrarlo aún más dentro del cosmos pugilístico. Juntos, el trabajo de fructificación corporal y rituales de indiferencia terrenal convergen hacia la creación de un "ser mas poderoso," servicial y listo para la batalla en el ring, para quien la meta externa de victoria se ha convertido en lo que Weber (1958) llama una "misión" (Sendung), una tarea interna tal que "hazaña" y "renunciación" se implican una a la otra inevitablemente.17

El boxeo es un juego de sacrificio. Los pibes vienen al gimnasio ahora y esperan ser grandes boxeadores pero no quieren hacer el sacrificio. (Negando con la cabeza nostálgicamente) ¡Antes se sacrificaban! Para triunfar en el boxeo, necesitas un hombre supremo - necesitas sa-cri-fi-cio. Trabajar todos los días en el gimnasio, salir a trotar, y aprender como comer bien y mantenerse alejado de las mujeres. Es mucho sacrificio. No hay más pibes que puedan hacer eso: sacrificio

Como es revelado en este sermón de mi entrenador a un compañero disipado del gimnasio Stoneland, sacrificio "es el nombre del juego." Todos los participantes del mundo pugilístico reconocen y se dan cuenta de esto. La visión de los entrenadores acerca del sacrificio como cimiento del profesionalismo y prerrequisito incuestionable para la membresía bona fide en el oficio. Los managers ven la predisposición y perseverancia al sacrificio como un factor decisivo en las estrategias de reclutamiento. Los boxeadores por su parte, se inquietan, se quejan y se reiteran acerca del tema. Solo dos de cincuenta pugilistas que entreviste en Chicago (incluyendo casi todos los profesionales de la ciudad en el verano de 1991) no veían que el boxeo incluya esfuerzos significativos para ellos y por razones que fácilmente confirman esto: el primero era un fanático Mormon que llevaba una vida de monje fuera del ring; el segundo un matón que solía aterrorizar a su vecindario antes de incursionar en el varonil arte y que confiaba en el poder de los golpes en lugar de sujetarse al rigor completo del Entrenamiento-y pago un precio excesivo por esto cuando su carrera tomo un abrupto y prematuro giro hacia abajo.

La ética ocupacional del sacrificio apunta no a suprimir el deseo sino a hacerlo virtuoso, de acuerdo a los cánones del destino pugilístico. Produce esto principalmente por producir un claro quiebre con el mundo frívolo, un quiebre que intensifica la inmersión material, sensual-emocional, y moral dentro del entorno profesional. Esto sostiene la creencia en la illusio del boxeo profesional y solidifica la aceptación prerreflexiva de la participación que acuerda (Wacquant 1995:85-88). Los intereses de los pugilistas presuponen y producen desinterés profano en un movimiento circular de mutua consolidación impulsada por el disciplinamiento sistemático del cuerpo del boxeador.18 el set integrado de reglas prescriptitas y proscriptitas, recetas y rutinas que circundan la omniabarcativa cultura del ser pugilístico - para adaptar la bien conocida exégesis de Foucault (1984) del antiguo cuidado del ser- se distribuyen a lo largo de tres planos cruzados: nutrición, vida social y familiar, y relaciones amorosas.

El primer mandamiento del catecismo pugilístico establece los tabus culinarios y las prácticas que presumiblemente maximizan la vigorosidad de los boxeadores y fuerza en combate. Cuando entra en la fase de entrenamiento intensivo que precede a una pelea, un luchador debe seguir una dieta rigurosa de vegetales al vapor, carnes blancas, pescado hervido, frutas frescas y te o agua mineral y evitar todas las comidas altas en grasas, aceites o azúcar. Que comer y que no comer, cuando consumirlo y cuando no: estas aparentemente triviales cuestiones consumen la atención y conversaciones de los boxeadores profesionales en el constante esfuerzo de "dar el peso" para la pelea.19 Tanto como las "conversaciones de dietas" de las adolescentes (Nichter y Vuckovic 1994), las conversaciones acerca de la comida de los luchadores es una medida lingüística de su interés por el autocontrol y profesionalismo. Para muchos púgiles, como mi amigo del gimnasio Curtis, la estrella atlética de Stoneland, este es el más tormentoso requisito de su existencia profesional:

Por ejemplo, mis hijos ayer querían pizza, y comieron pizza. Pizza, no, yo no puedo comer eso, ¡salsa de tomate! ¡Queso! ¡Salchicha!, ¡uh loco! (exhalando con frustración) Fritos, ¡aaaaahhhhh! (rápido dejo de risa) viste, yo no puedo comer esas cosas justo acá... Después hablas de tomar una gaseosa: viste, Dee Dee, mi entrenador, me tiene prohibido tomar una cerveza -tomar una gaseosa, si te ve con una gaseosa, ah loco, digo, viste, (gritando con énfasis) estas hablando de la Tercer Guerra Mundial.

La tradición ocupacional del boxeo es caracterizada por una bien diferenciada taxonomia de elaboradas teorías en aquellos efectos sobre diferentes partes y funciones del cuerpo. Muchas comidas placenteras (tortas, caramelos, y variadas comidas chatarra, por ejemplo) se piensa que enlentecen y debilitan a un combatiente y por lo tanto son vistas como perjudiciales, equivalentes metafóricos de las drogas. Es mas los luchadores a menudo mencionan a la comida, el alcohol y las drogas en el mismo tono como lo que tienen que borrar para purgar y purificar sus cuerpos para las confrontaciones en el ring. Mas allá de sus propósitos materiales -perder kilos de más y poner al boxeador en él contractualmente -acordado rango de peso- observaciones de las comidas que realizan sirven para crear n doble sentido, de separación de la vida cotidiana y disociación de los habitantes por un lado, de sumergimiento en el espacio pugilístico y firme asociación con sus miembros, quienes viven y comparten esas reglas, por el otro lado. El ayuno también contribuye a generar un sentimiento de autodominio y elevación que se irradia en todos los sentidos en el ring la noche del combate.20

Este sentimiento es más fuertemente sostenido por el segundo precepto de la ética pugilística, que llama a una draconiana contracción de vida familiar y social (no como la de los monjes o los investigadores eruditos) para economizar energía física, mental y emocional. Un conocido dicho ocupacional sostiene que "tenes que caminar, hablar, comer, dormir y cagar boxeando" si pensás triunfar en la profesión. Se cree que la mayoría de los boxeadores se han literalmente retirado en el gimnasio y dedicado su existencia entera a la preparación. Mientras se entrenaba en el distrito de Miami llamado Overtown para su histórico choque con Sonny Liston, Muhammad Ali (en Hauser 1991:57) refleja el costo de la preparación profesional.

La parte más dura del entrenamiento es la soledad. Me siento como un pequeño animal en una caja a la noche. No puedo salir a la calle y mezclarme con la gente porque no estarían afuera si fuera para algo bueno. No puedo hacer nada excepto sentarme... acá estoy, rodeado por chicas, whisky y nadie me mira. Toda esta tentación y yo tratando de entrenar para ser un boxeador. Es algo para pensar.

Cualquier otro compromiso extrapugilistico - en el trabajo, en la casa, en las calles- debe ser reducido si no terminado en la medida que te saquen del enfoque necesario en el entrenamiento, descanso t mantener tus ojos en el premio. El matrimonio por ejemplo puede ser una fuerza estabilizadora en la carrera de un luchador, pero si viene muy temprano, puede desviar peligrosamente parte del tiempo y energía del boxeador fuera del ring. Una tarde, volviendo de un torneo de la Organización Juvenil Católica, un entrenador de Stoneland dijo: "Tenia un buen boxeador, Steve, Steve Wooley: el podría haber sido un buen boxeador, rápido, inteligente, pero se enamoro. El y su novia tuvieron un bebe, (con pesar) así que ya fue para el."El devoto cumplimiento del deber de un profesional demanda una minuciosa domesticación de la vida personal del boxeador. Mi compañero de gimnasio Butch es bombero de Chicago. El ama su trabajo pero pelear es su verdadera pasión y anhela un cinturón de campeón que retribuyan nueve largos años de sacrificio dentro y fuera del gimnasio. La demanda mas ruda del oficio de los puños para él ha sido la "vida social perdida, porque estuve casado once años y así se supone que no podes tener ninguna vida social ni nada de eso, irte a dormir temprano y eso, me jode."21 Pero, entonces nuevamente, de una estricta regimentación florece un orgulloso sentimiento de éxito: "Levantarse y correr, comer carne, abstraerse de las mujeres. Yo era - yo era el ultimo guerrero cuando se trataba de disciplina, prepararse para pelear.

Para escudarse de las terrenales demandas sociales y emocionales, algunos boxeadores eligen retraerse sobre ellos mismos o escapar de su entorno familiar en los días próximos al combate mudándose con su entrenador o su manager. La elite de los cuerpos pugilísticos se retira a "campos de entrenamiento" especialmente preparados (Robinson y Anderson 1970:70-83, Heinz 1958) donde se entrenan en completo aislamiento hasta las vísperas del combate. De esta manera Toni "The Duke" Morrison, afamado como Rocky V, eligió encarcelarse a si mismo en el Instituto Militar de Virginia para las tres peleas previas a su choque con George Foreman: "Me gusta. Es un campo de hombres con atmósfera espartana. Es exigente en disciplina y yo necesito esto" (Diario Flashbxing, No. 114, 31 Marzo 1993:3). Todavía, para muchos boxeadores, esta es la tercera propiedad de la piedad pugilística que es más difícil de sostener, llamada, el mandato a desistir del comercio sexual. Y esto no solo por uno o dos días, sino por semanas antes de la pelea -a veces de una quincena a un mes por lo menos- para un combate de ocho rounds de tres meses o mas, para un "evento principal" de diez rounds o una pelea de campeonato. Butch detalla su experiencia personal en el asunto:

Yo, por lo menos, dos semanas, pero si querés ponerte fuerte y comerte los ladrillos, entonces nos tomamos un mes - y, (a gritos) viejo, me comí los ladrillos porque fui sin, eh... ¡viejo! ¡Tirarme un tiro!... eso, me parece una buena figura, un mes entero, pero si lo haces dos semanas, creo que vas a estar preparado para comerte unas pocas piedras.

Los habitantes del planeta pugilístico creen que tener sexo hace a los luchadores físicamente débiles: les "seca las piernas", les saca la repentización y durabilidad y perjudica su capacidad de recuperación. Mentalmente, "pierden la cabeza," los hace "suaves," y los saca de foco y resta agresión -en pocas palabras desafila sus "instintos luchadores"- como sea, estando lejos de esa vagina les da reservas extra de cólera para la Pelea.

El boxeador no necesita otra cosa que quemar energías entre las cuerdas, explica un entrenador del gimnasio Stoneland, los encuentros amorosos son riesgosos de despertar malos sentimientos en un mal momento:

¿Así que si un boxeador pasa mucho tiempo con su novia o esposa, pierde su fuerza? (en vos baja, como en confidencia) mientras más tiempo estas con una mujer, más apasionado te volvés, más blando te volvés. Y mira, un boxeador en una pelea, (forzosamente) no necesita eso. No necesita eso: "porque el va a estar apasionado contra su compañero y tratara de despegarle la cabeza de un gancho derecho. (Calmándose) Mirá, es mental también.

La aplastante mayoría de los boxeadores reivindican (el esfuerzo) de practicar la abstinencia necesaria, solo si su sequito continuamente le recuerda continuamente la incompatibilidad fundamental entre actividad erótica y éxito profesional. Hay un tiempo para todo, como indica un manager negro irritado por la disipada "vida callejera" de uno de sus luchadores: "si querés estar con chicas, primero que te paguen. Hace algo de plata y mové tu carrera, entonces, podes estar con chicas." En el gimnasio, requerimientos suaves y no tan suaves, mantienen este imperativo urgente en el tope de la agenda de los púgiles y les recuerda las probables graves consecuencias si proceden de otro modo. Esto es ilustrado por la siguiente nota de campo tomada una semana antes del torneo del Chicago Goleen Gloves de 1990:

John y Mark son sparring y muestran una suerte de debilidad (no tienen ritmo, ni explosión, ni agresión: tiran piñas lentas, pocos ganchos buenos, se la pasan agarrando y empujándose uno a otro), el entrenador les grita desde el rincón con su voz barítona: "Vamos, que están haciendo? ¿Como van a estar los dos tan cansados? ¿Los dos saben que tienen que dejar las minas?"

Como John y Mark declaran a voz abierta que están apartados de sus novias, Dee Dee ruge: "no se por que haces una cosa cuando estas preparándote para hacer otra, y se supone que no la tenes que hacer. (Sentenciando) Esas minas van a ser la causa de que a uno de ustedes los maten la semana que viene."

Los entrenadores llegan a los extremos de controlar la "limpieza" de sus luchadores en este aspecto, cuestionándoles (también a sus parejas) puntos acerca de sus relaciones sexuales, verificando sus encuentros extramaritales, y durmiendo en el mismo cuarto cuando están cerca de una pelea (se sabe que en los "viejos tiempos" dormían en la misma cama que sus luchadores para asegurarse que no se fugaran con una amante por las noches). Cuentos de la inmoralidad nocturna de los luchadores son moneda corriente en la tradición pugilística. Hauser (1991) cuenta como uno de sus campeones de peso pesado, Leon Spinks, se fugo de su habitación en las narices de su manager para recorrer bares y discos y fue baleado en vísperas de la revancha con Muhammad Ali. Cuando los cuatro boxeadores Americanos pasaron las peleas de la primera ronda de eliminación en los Juegos Olímpicos de 1996, el éxito fue atribuido al severo toque de queda y disciplina en el horario de descanso impuesto por sus entrenadores.

Los entrenadores están seguros de poder identificar un incumplimiento en la abstinencia sexual y reprimen rápidamente a sus luchadores cuando sospechan que han incurrido en algún desliz. Un viejo entrenador de Fuller Park relata: "Yo te puedo decir (en tono de reproche) que estuviste con certeza anoche o hace dos noches, porque las piernas no te sostienen. Mirá ese esperma y todas esas cosas, mantienen la fuerza."

La pequeña ironía es que el entrenamiento intensivo hace estar a los boxeadores más en forma y también físicamente más activos y más atractivos. "Esa es probablemente la parte mas difícil," recuerda Butch. "acá estas en forma como Superman y se supone que no tenes que andar con chicas y cosas así, así que eso es como una injusticia." Es más, mientras más suben en la escala pugilística, más propensos están a seducir mujeres (especialmente aquellas enamoradas de atletas profesionales), y más tienen que renunciar a los ofrecimientos sexuales, mientras el deseo de victoria -y también los costos de la derrota- aumentan pari passu (de la mano). Es entendible, entonces, que este mandamiento sea la causa de la persistente frustración entre los luchadores, como también las considerables fricciones entre ellos y sus parejas amorosas:

A veces, cuando mi mujer siente que necesita hacer el amor y (revoleando los ojos) y vos también vas a querer, es un momento crítico, y se supone que vos no tenes que tener sexo por un mes. No lo podes hacer. Querés hacerlo, y a veces (apesadumbrado) caes en esas estadísticas (peso welter negro, 23, vigilador nocturno).

Los hombres a menudo piensan que si no proveen adecuados servicios sexuales a su pareja, ella los engañara o lo dejara por un compañero más orientado hacia la cama. La mayoría de los casos, de todos modos, las amantes o esposas negocian un acuerdo mutuo para obedecer la aplicación de las reglas del pugilismo y las de la alcoba.

Quieren hacer lo que es mejor para vos, viste. Es un sacrificio que tienen que hacer los dos. Entienden. Quieren hacer lo mejor para vos, porque a veces yo estoy como (gruñendo) "vamos, vamos" y ellas están como, (con voz aguda) "no-no, sabes que tenes que pelear." Y así me ayudan bastante (peso pesado negro, 27, mantenido por su manager)

No es de poca importancia que, como repetidamente han mostrado los estudios médicos, la continencia sexual represente indetectables efectos físicos sobre la performance atlética. O que pocos boxeadores actualmente soporten tan severamente como se les enseña o pretenden el mandamiento profesional.22 Lo que importa es que los luchadores creen que deberían abstenerse y que privarse del intercambio erótico, debilita de alguna manera su chance de triunfo en el ring.

Como las prácticas monásticas constitutivas del viejo orden medieval (Asad 1982) llevan al transmutante, frívolo deseo sensual, deseo por otro ser humano, en un "deseo por Dios" de otro mundo (Leclercq 1977), el ritual pugilístico de abstinencia sirve para redireccionar el anhelo sexual del boxeador de la cama al ring -y de la mujer al hombre. Esto desvía su (heterosexual) libido sexuales de su habitual objeto de predileccion23 para reconvertirlo en (homoerótica) libido pugilística, el deseo urgente entrar en un violento corps à corps con otro hombre. Más que hambre por alimento profano, un luchador en vísperas de la pelea debe estar "hambriento por los guantes," como a mi entrenador le gustaba decir. En vez de codiciar a su compañera, el desearía a su contrincante y el clímax cuando lo encuentre en el combate. Tyson elige bien las palabras cuando describe la larga caminata por al ring cuando el rival lo espera como para "tener una cita" (en Goodtimes Home Video 1990).

Las reglas de la ética pugilística convergen para producir una profunda heriozación de la vida diaria que le da una robustez y un dinamismo que apenas podría dárselo alguna otra cosa (Wacquant 1995b:85-87). Estipulando un reestructuramiento de los haceres cotidianos mas banales -nutrición, sueño y actividad sexual, asuntos emocionales, y transacciones sociales y familiares- transforman a la vida en un obstáculo sin fin a través del cual un ser trascendente, moral, masculino, puede ser construido. Por la peculiar "civilización" que el cuerpo es afectado, la ética ocupacional del sacrificio, es también, y mas crucialmente, una masculinización del cuerpo, diseñada para acentuar, y demostrar, las propiedades varoniles del organismo y además la virilidad de su dueño. además de proveer falsas e improvisadas excusas para explicar la pobre performance pugilística, el dictado de la abstención sexual deshumaniza la simbólica y dicotómica separación entre (real) hombre y mujer como también la segregación sexual que, juntos, apuntalan el trabajo colectivo de producción de la hombría agonística (Gilmore 1990).

Es importante notar en este aspecto que el sacrificio pugilístico es un acto de comunión masculina: comunión entre el boxeador y su entrenador quien, se encarga del trabajo de "viril maternidad," guía y controla las practicas de devoción; comunión con y entre "socios" y "contemporáneos" y notablemente con el oponente, que sufre de las mismas frustraciones; finalmente comunión con "el mundo de los predecesores" (Schultz 1967), los casi míticos héroes del ayer, Joe Louis, Rocky Marciano, Robinson, Ali, y Duran, cuya capacidad es ponderada por el arte de la tradición oral. Porque son sobrias prácticas compartidas, reguladas y tradicionales, que atan a los boxeadores a una comunidad de soldados gloriosos. Y anulan la soledad en el mismo movimiento a través del cual individualizan y aíslan a cada luchador.

Por adherencia a los dictados de la ética del sacrificio, los boxeadores se lamentan del día a día y crean un universo sensual y moral sui generis que "eleva lo individual por sobre si mismo" y "lo afrenta (a ellos) a una vida muy diferente, mas exaltada y mas intensa" de lo que sus circunstancias mundanas les consignarían - que es la definición de Emile Durkheim (1957: 23) de religión. Por abrazar la fe pugilística, los boxeadores profesionales se convierten ellos mismos en personificaciones vivientes de la moralidad profesional,

A este respecto -como en numerosos otros- los boxeadores nos ofrecen una exagerada indiosincrática, instancia de un proceso social genérico. Ellos muestran como aprendemos moralidad: con y mediante nuestros cuerpos, con profundo sentimiento de compromiso, viscerales reacciones de disgusto o atracción, rechazo o aprobación, simpatía o antipatía, para definir clases de sucesos, acciones y circunstancias; reformando nuestros registros sensuales y emotivos internos de acuerdo a reglas compartidas creando una esfera de reconocimiento y por lo tanto de existencia colectiva. Para ponerlo de otro modo, hay moralidad para (y en) el cuerpo viviente. Los organismos socializados deben ser entendidos como el sitio y asiento de la ética práctica - opuesto a la discursiva moralidad que atañe a los filósofos y teóricos morales- emergiendo de "una conversión en la cual el cuerpo es unificado" y entrenado mediante "transposiciones tácitas" operando desde el trasfondo (Merleau Ponty 1945:192, 196, 190). Esto explica por que es tan difícil inculcar, modificar y repudiar las creencias morales y por que individuos que han minuciosamente (re) formado su cuerpo, que es como decir, su ser, a un particular universo moral - como hacen todos los agentes sociales involucrados en "altamente comprometidos" mundos como las artes, ciencia o religión - que lo encuentran casi imposible de renunciar y a menudo prefieren perecer en este antes que dejarlo.

Reconocimientos

Este artículo se desprende de una lectura presentada al Departamento de Antropología del Museu Nacional, Universidade do Río de Janeiro, en Octubre de 1995. quisiéra agradecer a J. Sergio Leite Lopes y Afranio García por su amable invitación y compañía con sus colegas, por la vigorosa discusión y calida y amistosa amistad (y viceversa). Una lectura de la Universidad de Edimburgo en Septiembre de 1997 me posibilito tomar en cuenta las diversas reacciones de una muestra de sociólogos y antropólogos Escoceses a una versión casi final. También fui beneficiado por el estimulo de Talal Asad, Bob Bellah, Michael Herzfeld; Arlie Hochschild, Nancy Scheper-Hughes y EricWolf.

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Traducción libre de Cesar Del Piccolo, alumno de la Licenciatura en Educación Física

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1 La figura más famosa del boxeo, Muhammad Ali, es un buen caso: a pesar que el quería promocionarse como el representante del "pequeño hombre del ghetto" (notable en sus afamadas contiendas contra "smokin" Joe Frazier), el provenía de una estable, profundamente religiosa familia de clase trabajadora que inculco en él perdurables nociones de disciplina, respeto, y honestidad. Su padre, un pintor independiente, recuerda que Ali y su hermano (quien también peleó como profesional), "crecieron siendo buenos chicos. No nos daban ningún problema. Eran chicos de iglesia... Y ellos no salieron de ningún ghetto. Yo los tuve en la mejor calle que pude (en la segregada Louisville). Me asegure que se rodeen de buena gente: no gente que los pueda meter en problemas. Y les enseñe valores" (en Hauser 1991:15).

2 Para ponerlo diferente: la experiencia de la privación material es propicia en tanto que la destitución social tienda a ser deletérea. Un entrenador veterano expone: "podes tenes diez pibes en un gimnasio, y los primeros diez van a fracasar. El que se queda es usualmente el tipo tranquilo, estudioso, disciplinado que tiene una motivación interna agresiva que sale cuando lo pones bajo el stress del boxeo. La calle, en cambio, no hace al buen luchador. No tiene disciplina, y con los tipo matones, la cobardía asoma dentro del ring." Reclutas de los segmentos acomodados de la clase trabajadora están mejor equipados "porque siempre tuvieron algo pero no tienen todo. Ellos siempre tuvieron algo. Siempre han tenido esperanza. Tienen una meta. En tanto que las privaciones hacen que no haya mucha esperanza... Las privaciones generalmente no hacen a los mejores luchadores" (citado en Bruant 1987:52-53).

3 Las reglas de confrontación en el ring, los sistemas de rankings y retribuciones y la organización social y temporal de las performances públicas son muy diferentes en el boxeo amateur y el profesional como para tratarlos como diferentes mundos deportivos. Solo un pequeño porcentaje de boxeadores amateurs (menos de uno en veinte) toman la crucial decisión de "volverse profesionales".

4 Para un análisis mas completo de las locaciones y trayectorias profesionales de los boxeadores y de la peculiar relación de "simbólica oposición" entre el gimnasio y la calle que forman el telón de fondo del negocio, ver Wacquant (1992ª: esp. 225-236, 1995b). las distorsiones y decepciones de los "puntos de vista externos" son analizados mejor en Waquant (1995a).

5 Stoneland es un seudónimo. Los nombres de las personas y lugares así como las características identificatorias secundarias han sido alteradas para respetar el anonimato de amigos, informantes y entrevistados. Especial cuidado fue tomado en la trascripción de las entrevistas y conversaciones para tratar de preservarla idiosincrasia lingüística (idioma, pronunciación, ritmo, tono, énfasis) de los locutores.

6 A los lectores de una corriente mas teoricista, quienes no debieran compartir la visión que la mejor teoría es aquella que es virtualmente inseparable del objeto que trae a la luz, se les recuerda que "no teorizar, no obstante con ingenio, y no observando el protocolo científico, no obstante meticulosamente, son sustitutos para develar una familiaridad con lo que esta actualmente pasando en la esfera de la vida bajo estudio" (Blumer 1969:38-9)

7 "A través de los juegos sociales que propone, el mundo social procura para los agentes mucho mas y algo distinto que asuntos aparentes, los fines manifiestos de la acción: la persecución cuenta tanto como la captura, si no mas, y hay un beneficio de la acción que excede el beneficio explícitamente perseguido, sueldos, premios, recompensas, trofeos, títulos y posiciones y que consiste en escapar de la indiferencia y afirmarse a uno mismo como un agente activo, atrapado en y por el juego, ocupado, un ocupante del mundo ocupado por ese mundo, proyectado sobre fines y dotado - objetiva y subjetivamente - de una misión social" (Bourdieu 1982: 49, mi traducción y énfasis).

8 Agrego aquí entre paréntesis que mi aprendizaje en el boxeo cambio rotundamente, mi concepción de, y relación hacia, mi propio cuerpo y mi atención a las bases e implicancias de todas las formas de actividad, empezando por la investigación, docencia y (en particular) lectura.

9 Para útiles contrastes entre las concepciones del cuerpo del occidente y la antigua y moderna China, ver Lock (1980), Ames (1984), y Zito y Barlow (1994); una breve y estimulante discusión del cuerpo humano natural en yoga India y aikido Japonés, es Levine (1994).

10 Muchos boxeadores que entreviste, postularon que ellos deliberadamente evitaban las peleas callejeras, no tanto por las posibles complicaciones legales, sino porque esto viola la ética del profesionalismo.

11 "Un trabajador que toda su vida realiza una y siempre la misma operación, convierte su cuerpo entero en el automático y especializado implemento de esa operación" (Marx 1973: 339).

12 Un peso pesado de 27 años, mantenido por su manager tenía esto para decir cuando le pregunte por que le gustaba entrenar en este gimnasio de la Parte Oeste: "(con locura) Ahh loco, es, es, es hermoso, loco. (Muy gentilmente) Viste, a mi me gusta entrenar, viste, puedo mantener mi peso. Me gusta trabajar con mi cuerpo. Un montón de gente me dice, ‘yeah, sos un físico culturista.’y yo les digo, (con orgullo) ‘¡no, soy un luchador!’ Mantengo a mi cuerpo viéndose bien. Esto me hace sentir bien. Viste y me saco muchas cosas de la cabeza, viste, como frustraciones, viste, problemas."

13 Entre los peso pesado (190 libras y mas), el peso del boxeador es un certero indicador de la seriedad de su entrenamiento y sirve como un adelanto de su preparación inadecuada. Esto es ilustrado por la reacción de un experimentado organizador de Chicago, cuando se entero de el bagaje de excesos llevado por James "Buster" Douglas en vísperas de su defensa del titulo contra Evander "The Real Deal" Holyfield: ‘Tenía a Douglas (e invertía dinero en él) hasta que descubrí que era un gordo cerdo. Es raro, no (se ríe)? 230, esta 15 libras más pesado (que en su pelea anterior contra Tyson), es estúpido, tonto, muy tonto. Pensé que Douglas ganaría. Ahora esa variación en el peso, (gravemente) esa oscilación en el peso me va a hacer repensarlo,"

14 "El corazón es misterioso. Esto no significa coraje absurdo. El hombre con corazón debe entender al peligro y experimentar miedo y aun seguir, prepararse para la posibilidad de dolor y derrota. Sabe que puede ser derrotado pero sigue peleando. Es un gladiador, y si debe perder, bien, será llevado en su escudo." (Bennet y Hamil 1978).

15 La aceptación es facilitada por el hecho que el dolor es públicamente reconocido, si no minimizado, por la cultura de la cofradía. Los efectos perjudiciales de la denegación colectiva del dolor ocupacional son evidentes en el mundo de los pianistas profesionales, dentro del cual los dolores de mano insoportables (una de las mayores causas de truncamiento de carreras) son atribuidos al "abuso" por los doctores, al "trabajo duro" o la ausencia de "genios" por los virtuosos, y a la "falta de talento" por los profesores (Alford y Szanto 1995).

16 Esta lacónica representación que hace el doctor de mamad Ali sobre su estado físico, después del "Thriller en Manilla," su tercer y mas brutal pelea contra su archirival Joe Frazier, da una muestra del daño sufrido en el ring: " A Ali le dieron una gran paliza. Había contusiones y magulladuras por todo su cuerpo y grandes hematomas en su cadera - acumulaciones de sangre en la cuenca de sus caderas donde Joe Frazier le había pegado. Su cara estaba hinchada. El no estaba desorientado, pero estaba cansado como un hombre que llega al punto de poder apenas hablar. Después él dijo que la pelea había sido lo más cercano a la muerte que había conocido. Y estaba en lo cierto. Le tomo cerca de cuarenta y ocho horas a su cerebro recuperarse, para que su procesamiento del pensamiento se vuelva completo. Y los efectos en el resto de su cuerpo duraron por semanas" (Ferdie Pacheco, en Hauser 1991: 324-325).

17 Harvey Goldman (1993) ofrece una brillante explicación de la teoría implícita de Weber de "el ser poderoso" como "un ser mecanizado" capaz de resistir deseos internos como así tentaciones externas para completar su misión, una concepción que tiene sorprendentes afinidades con el tratamiento del deber moral individual de Durkheim.

18 este movimiento de mutuo refuerzo no se solo circular, sino también cíclico. La vida del boxeador esta organizada en dos sucesivas y alternativas fases. Una es "sagrada," cuando esta "entrenando" para una pelea y reduce sus preocupaciones mundanas para mantener la ética del ‘sacrificio’; y la otra es "profana" y esta definida por un retorno a los intereses y placeres terrenales. Un análisis detallado de la textura sensual y simbólica de estas dos fases mostraría que la primera es homoerótica mientras que la segunda es heteroerótica, como también heterosexual.

19 Cuando estaba entrenando para mi pelea en el Chicago Golden Gloves en el invierno de 1990, mi sparring (un peso welter en crecimiento que no había sido vencido en diez peleas profesionales) me aconsejo acerca de que consumir diariamente, como preparar y mezclar los varios ingredientes recomendados, y como descansar apropiadamente. Una tarde, después del entrenamiento, me dio un frasco de miel con las indicaciones de cuando tomar un sorbo y los probables resultados. Durante este periodo entero, la perdida de peso, era una preocupación compulsiva, al punto que el pesaje diario en la balanza del gimnasio (bajo la mirada de mi viejo entrenador) se convirtió en un punto importante de mi día.

20 hasta el punto que la comida podría ser interpretada "como un objeto sexual de deseo," que puede "suplir el deleite sexual" (Bordo 1993:112), la abstinencia culinaria es una modalidad de dieta o supresión erótica, el objeto del tercer mandamiento del catecismo pugilístico (como fue discutido antes).

21 Un boxeador necesita regular y abundante sueño para recuperarse del rigor del entrenamiento pero también perder peso sin tener que castigar su cuerpo. Cuanto y cuan bien duermen, incluyendo las horas previas a la pelea, es un leitmotiv de las biografías de los campeones.

22 Un entrenador Italo Americano de un gimnasio de la Parte Oeste tiene esta opinión sobre la abstinencia sexual de los luchadores: "Yo creo que no existe. Podes encontrar uno de diez que si pero yo creo que cuando, (sonriendo) cuando ese escena se presenta no la van a dejar ir (ríe brevemente). (¿les ayuda si lo hacen o dicen que lo hacen?) Yo creo que mentalmente, saber que lo pueden controlar, creo que es una gran mental, cosa mental para ellos."

23 La exclusiva heterosexualidad es culturalmente normativa en el universo pugilístico, no reconociendo la existencia de luchadores homosexuales.

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