Educación Física y Ciencia, 2004/2005, vol. 7, p. 117-121. ISSN 2314-2561
Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Educación Física.

Reseña/Review

Lo que queda de Auschwitz: el archivo y el testigo. Homo sacer III, de Giorgio Agamben

Gerardo Javier Fittipaldi


En Lo que queda de Auschwitz: el archivo y el testigo. Homo sacer III, del filósofo italiano Giorgio Agamben, que a fines del 2005 visitó la Universidad Nacional de La Plata, puede encontrarse una profunda reflexión sobre las consecuencias ético-políticas de la experiencia de Auschwitz y el exterminio de los judíos en aquel campo.

Antes de comentar algunos aspectos del libro, quisiera resaltar dos cuestiones de esta reseña.

A mi modo de ver, y anticipándome a la pregunta del lector de una revista de educación física por la pertinencia de la reseña de un libro como este (que puede encuadrarse dentro de la filosofía política), el análisis de Agamben ofrece herramientas y motivos para abrir discusiones y distingos en torno a cuestiones ético, morales y políticas presentes, tanto en las prácticas lúdicas, deportivas o gímnicas, como en las categorías y teorías que se utilizan para juzgar, analizar y ver los fenómenos que son objeto del interés de nuestro campo. Y si como decía Foucault, "de hecho, no existe, ni aún para la más ingenua de las experiencias, ninguna semejanza, ninguna distinción que no sea resultado de una operación precisa y de la aplicación de un criterio previo" (Foucault, 1998: 5), se puede decir que tenemos casi una obligación ética por saber algo acerca de qué ordenes, operaciones o criterios estructuran y moldean las experiencias de nuestras prácticas.

La segunda cuestión, creo, tiene que ver con una tendencia en el campo de la educación física que ha conducido, por lo general, a buscar detrás de los discursos y las prácticas razones o verdades de tipo epistemológicas u ontológicas, en mayor medida que categorías morales, éticos o políticas en el nivel discursivo o bajo formas sedimentadas en las prácticas.1 Aun admitiendo que estos ámbitos no estén absolutamente separados, podría ser que el peso de juicios y categorías de orden moral o ético sea para la educación física tanto o más importante que los juicios y fundamentos de los saberes científicos.

Por lo tanto, ésta reseña no seguirá el mismo orden o la estructura de los temas que se encuentran en el libro, sino resaltará algunas cuestiones que me parecen de interés para el área de educación física.

1. A partir del problema de la comprensión de lo sucedido en el campo de exterminio de Auschwitz, el libro de Agamben plantea una crítica que, para los interesados en los aspectos históricos de cualquier disciplina puede resultar interesante.

Según Agamben, el punto de vista que puede arrojar un historiador no alcanza para comprender sus descripciones sobre el exterminio en los campos nazis. Es "una realidad tal que excede necesariamente sus elementos factuales" (Agamben, 2000: 9). Y aunque se puedan describir y ordenar temporalmente con precisión todos los sucesos ocurridos allí, según Agamben siguen siendo particularmente opacos en cuanto se los intenta comprender verdaderamente. Pero no solo se trata de un problema para este caso particular:

"La aporía de Auschwitz es, en rigor, la misma aporía del conocimiento histórico: la no coincidencia entre hechos y verdad, entre comprobación y comprensión" (Agamben, 2000: 9).

Por eso Agamben intenta situarse en un punto intermedio o en la divergencia

"entre el querer comprender demasiado, y demasiado deprisa, de los que tienen explicaciones para todo y la negativa a comprender de los sacralizadores a cualquier precio" (Agamben, 2000: 9)

2. Otro punto que puede resultar de interés para los profesores que hacen investigación de campo y realizan entrevistas a diversos actores, es el referente a las reflexiones que hace Agamben sobre la situación del testigo, y el valor y el problema de un testimonio. Al contrario de lo que parece indicar el sentido común Agamben nos indica que:

"Una de las lecciones de Auschwitz es, precisamente, que entender la mente de un hombre común (y era la gran mayoría de los que se encontraban en los campos) es infinitamente más arduo que comprender la mente de Spinoza o de Dante" (Agamben, 2000: 9).

Además Agamben recorre la etimología o la historia semántica, primero en latín y luego en griego, del término testigo, para mostrarnos que quien testimonia fuera de un proceso judicial no es quien esté interesado en la neutralidad de su testimonio o en el simple establecimiento de los hechos. Por eso para Agamben el derecho, aunque necesario, no puede agotar el valor y el sentido de un testimonio:

"Lo decisivo es sólo que las dos cosas no se confundan, que el derecho no albergue la pretensión de agotar el problema. La verdad tiene una consistencia no jurídica, en virtud de la cual la questio facti no puede ser confundida con la questio iuris" (Agamben, 2000: 16).

En última instancia, dice el autor, el derecho no tiende al establecimiento de la justicia o de la verdad. Tiende exclusivamente a la celebración del juicio, con independencia de la verdad o de la justicia. La confusión obedece a que:

"Casi todas las categorías de que nos servimos en materia de moral o religión están contaminadas de una u otra forma por el derecho: culpa, responsabilidad, inocencia, juicio, absolución... Por eso es difícil utilizarlas si no es con especial cautela" (Agamben, 2000: 16).

3. Quizás la invención más demoníaca de los nazis en el campo de Auschwitz fue la creación de un grupo de deportados, a los que eufemísticamente llamaban Sonderkommando -Escuadra especial- y que tenían por función la gestión de las cámaras de gas y de los crematorios:

"Eran los que tenían que conducir a los prisioneros desnudos a la muerte en las cámaras de gas y mantener el orden entre ellos; sacar después los cadáveres con las manchas rosas y verdes por efecto del ácido cianhídrico, y lavarlos con chorros de agua; comprobar que no hubiera objetos preciosos escondidos en los orificios corporales; arrancar los dientes de oro de las mandíbulas; cortar el pelo de las mujeres y lavarlos con cloruro de amoníaco; transportar los cadáveres a los crematorios y asegurarse de su combustión y, por último, limpiar los hornos de los restos de ceniza" (Agamben, 2000: 24).

El libro del cual Agamben extrae la mayoría de los testimonios es Si esto es un hombre, de Primo Levi, judío italiano sobreviviente de Auschwitz, a quien Agamben dedica gran parte de sus reflexiones y considera el testigo perfecto, dado su fuerte compulsión en contar a todo el mundo lo que le había sucedido. En el libro de Levi se encuentra el testimonio de Miklos Nyiszli, uno de los poquísimos sobrevivientes de la última Escuadra especial. Nyiszli "contó que había asistido, durante una pausa de ‘trabajo', a un partido de fútbol entre las SS y representantes del Sonderkommando:

"Al encuentro asisten soldados de las SS y el resto de la escuadra, muestran sus preferencias, apuestan, aplauden, animan a los jugadores, como si, en lugar de a las puertas del infierno, el partido se estuviera celebrando en el campo de un pueblo" (Agamben, 2000: 25).

En el relato de este testigo lo que horroriza no es solo que pueda tener lugar un partido de fútbol entre las víctimas y sus verdugos, o que éstos se diviertan con quienes después van a matar, sino que la condición humana de aquellos haya sido degradada hasta tal punto como para que puedan divertirse o comportarse como si la situación fuera de normalidad.

La circunstancias extraordinarias en que se produce ese partido de fútbol conduce a reflexionar sobre el potencialidad política indefinida con que puede ser usado el deporte: qué es un partido de fútbol en estas condiciones? sigue siendo un partido de fútbol? puede decirse que hay allí jugadores o juego? cómo pensar ese partido, qué significado y/o explicación debemos o podemos darle? representa un gesto de humanidad en medio del horror?

Para intentar una explicación de este partido y del comportamiento de las víctimas y los victimarios Agamben se sirve de un concepto que había formulado Levi para describir la situación en que se encontraban, por lo general, los prisioneros de los campos nazis: la zona gris, explica Agamben, es esa materia refractaria a cualquier intento de determinar responsabilidad, por lo tanto un nuevo elemento ético, donde

"...se rompe ‘la larga cadena que une al verdugo y a la víctima'; donde el oprimido se hace opresor y el verdugo aparece, a su vez, como víctima. Una gris e incesante alquimia en la que el bien y el mal y, junto a ellos, todos los metales de la ética tradicional alcanzan su punto de fusión" (Agamben, 2000: 20).

Y es justamente en ese partido de fútbol donde ocurre, para Agamben, de un modo perfecto las alquimias de esa zona ubicada más acá del bien y del mal. Y si:

"A algunos este partido les podrá parecer una breve pausa de humanidad en medio de un horror infinito. Para mí, como para los testigos, este partido, este momento de normalidad, es el verdadero horror del campo. Podemos pensar, tal vez, que las matanzas masivas han terminado, aunque se repitan aquí y allá, no demasiado lejos de nosotros. Pero ese partido no ha acabado nunca, es como si todavía durase, sin haberse interrumpido nunca. Representa la cifra perfecta y eterna de la ‘zona gris', que no entiende de tiempo y está en todas partes" (Agamben, 2000: 25).

Irónicamente Agamben llama a este partido un "momento de normalidad". En esta ilusión de normalidad que abre el juego, en esta supuesta pausa de normalidad, se esconde el máximo horror, la figura del infrahombre. Porque es como si luego de haber despojado de todo resto de humanidad a las víctimas, como último gesto de deshumanización se los obligara a que se comporten como humanos.

En la vergüenza que sentimos los que no hemos conocido los campos, dice Agamben,

"...asistimos, no se sabe cómo, a aquel partido, que se repite en cada uno de los partidos de nuestros estadios, en cada transmisión televisiva, en todas las formas de normalidad cotidiana. Si no llegamos a comprender ese partido, si no logramos que termine, no habrá nunca esperanza" (Agamben, 2000: 25).

Quizás pueda decirse lo mismo del mundial del 1978 en la Argentina; también el deporte fue usado allí para instalar ese juego perverso entre la normalidad y el horror (una pausa de humanidad de la dictadura o su verdadero horror?). La diferencia es que quizás las verdaderas víctimas estaban ausentes de los partidos, pero a partir del momento en que todos disfrutábamos de ese espectáculo al que asistían los verdugos en sus palcos, no éramos acaso todos víctimas y victimarios? no se había perpetrado la "zona gris"?

Creo que Agamben nos ofrece, indirectamente, una crítica inquietante del deporte que va más allá de las críticas humanistas tradicionales que hacen hincapié en las formas en que se lo practica. El deporte no deshumaniza tanto por el grado de tecnicismo o exacerbación que alcanza su competencia, como por su posibilidad o potencialidad para instalar una zona de confusión donde lo que éramos o habíamos hecho antes no interesa o se olvida. Y si esa "zona gris" que abre el partido "no entiende de tiempo y está en todas partes"; algo de aquel siniestro partido, puede repetirse, como dice Agamben en "todas las formas de normalidad cotidiana", en cada uno de los partidos que organizamos en todas las instituciones donde trabajamos.

Bibliografía

AGAMBEN, G. (2000) Lo que queda de Auschwitz: El Archivo y el testigo (Homo sacer III), Pre-Textos, Valencia.

FOUCAULT, M. (1998) Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias humanas, Siglo XXI, Madrid.

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1 Una posible explicación de esta tendencia a recurrir a la ciencia o la epistemología en detrimento de otros órdenes (y que forma parte de la historia de la disciplina que aún debe escribirse), es que para constituirse como disciplina académica y educativa aquellos saberes le prestaban mayores apoyos.

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