Educación Física y Ciencia, 2004/2005, vol. 7, p. 87-96. ISSN 2314-2561
Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Educación Física.

Artículo/Article

Mutaciones de/en lo corporal

Norma Beatriz Rodríguez

Universidad Nacional de La Plata

Laura Mercedes Sosa

Universidad Nacional de La Plata


Génesis del trabajo

Cuando comenzamos a leer los textos del Seminario de "cuerpo en el pensamiento francés contemporáneo" no pudimos dejar de remitirnos a experiencias concretas personales, profesionales, como así también a personas que hicieron explícitas sus vivencias desde lo corporal individual hacia lo social y público.

Es así como también recordamos la exposición fotográfica en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires durante el año 2000 y la publicación del libro de Gabriela Liffschitz (Gabriela L.), dado que esta escritora y fotógrafa argentina, vivió una mutación corporal a partir de una mutilación. En efecto, la extracción de su pecho izquierdo, producto de un tumor maligno, hizo que plasmara en una serie de imágenes fotográficas y textos su propia vivencia.

Sin duda, pensar en esta experiencia movilizó una serie de cuestiones en nosotras, como mujeres, madres, profesionales de lo corporal y más aún, por ser ambas desmistificadoras de una estructura corporal considerada como "normal". En este sentido, consideramos que el concepto de lo normal, como todos los conceptos, es solo un constructo social, que puede modificarse a través del tiempo, por el cambio en las concepciones filosóficas sobre "lo normal".

Lo normal y lo anormal constituyen, entonces, un par antagónico que ha tenido repercusiones en la construcción y reconstrucción de lo corporal. En Gabriela L. la falta de un pecho, por ejemplo, significó también una reconstrucción de su sensualidad. Ella misma afirma: "que esta mutación (su observación) haya sustituido a la mutilación, es decir, que en esta explanada yo haya podido ver el movimiento y no la ausencia (de femineidad, de sensualidad) fue el factor que me permitió tener una posición también activa y creativa con relación a este nuevo momento de mi vida, a mi sensualidad, a mi sexualidad".1

Esta mirada trascendente que Gabriela L. realiza de su propia historia queda plasmada en el pensamiento que un autor como Lyotard (1998), entre otros, realiza en relación con lo que es dado y lo dable2 , cuestiones que se explicitarán luego en este trabajo.

Como puede advertirse en este caso particular, a la mujer no le quedaba demasiada opción pues se trataba de frenar el avance de una enfermedad. Lo que ella elige es tomar otra posición frente a la vida, instalándose en lo dable, en lo posible a construir. En este caso, lo dado es la mutilación, pero construye su propia mutación de pensamiento.

Este pensamiento de Gabriela L. logra proyección y trascendencia con su trabajo fotográfico porque es ella misma quien auto-fotografía su cuerpo textualizando, su pensamiento. Y también logra trascendencia en este trabajo, por ser cita, ejemplo, referente en las reflexiones sobre el pensar de un cuerpo, de su cuerpo. Más aún después de habernos enterado por el suplemento radar de Página 12 del domingo 15 de Febrero del 2004, que Gabriela L. había muerto el viernes 13.

Su enfermedad ya avanzada le había tomado sus huesos, acontecimiento que sucede incluso cuando nos encontrábamos citándola en este trabajo: "la muerte no oculta misterio alguno. No abre ninguna puerta. Es el fin de un ser humano. Lo que sobrevive después de él es lo que ha dado a los demás seres humanos, lo que permanece en la memoria de éstos".3

Pero este es el fin de un cuerpo, no de un pensamiento, allí está la trascendencia, en donde Gabriela L. ya comienza a ser memoria presente en nuestras reflexiones sobre el pensar del cuerpo. De este modo nuestro propio cuerpo toma cuerpo y el cuerpo de los "otros" abre otras miradas posibles sobre el mismo objeto. Es aquí donde se puede ver la luz y no la sombra, no solo en la enfermedad sino también en los cambios corporales producidos por otros estados, como por ejemplo, el de la adultez, de la vejez, la parálisis de un miembro, un cuerpo en silla ruedas, entre otros posibles, etc.:

"fin es límite, y para concebirlo hay que situarse a ambos lados de él. De esta manera lo que se termina debe poder perpetuarse como pensamiento para que sea posible decir que ha terminado".4

La trascendencia de-en Gabriela Liffschitz

"Cuando se violenta la piel y arde, el cuerpo primero sucumbe (destreza de sudor), cae prisionero de su carne, del lomo de su carne (objeto ahora de un pensamiento fútil que lo inunda, que se ahoga en una fascinación inconsciente como toda fascinación). Después, el cuerpo, se agita, se revuelca y gime (esto es lo segundo, lo primero intentaba la resignación), lucha, se opone, por algún tipo de principio corporal, al reposo. Uno se levanta sólo para volver a caer (sólo a condición de). Pero entonces, ahora, hay una pieza; el cuerpo estirado, caído, en una cama de hospital, un cuerpo cualquiera, de cualquiera, mi cuerpo. (...) Es difícil pensar sin palabras, sin esos lugares a donde ir tranquiliza. Las palabras tienen eso: convicción, algo así como un sentido para lo que está oculto detrás de ellas, escondidos de tal forma que ante el mínimo asomo, a la más leve revelación lo dejarán (inesperadamente y como un golpe de efecto) sin sentido. Es más fácil pensar, en cambio, que un cuerpo así dispuesto espera".5

La fotógrafa y escritora Gabriela Liffschitz escribe estas palabras luego de habérsele detectado un cáncer de mama. Es sometida a una intervención quirúrgica, una mastectomía (extracción de una mama), pero llena de palabras, da un sentido, re-escribe un lenguaje, dando a ese cuerpo..., una idea de completud, a ese cuerpo físico, material, orgánico, cuya forma original, en apariencia, del par, (las dos mamas), aún redefiniéndose a ella misma como "la faltante", luego de la mutilación.

Esta mutilación, lo real, visible, la falta de un órgano, se convierte así en mutación al trascender en el lenguaje hacia ese otro cuerpo metafísico, que según Deleuze (1972) "es el discurso acerca de la materialidad de los incorporales, de los fantasmas, de los ídolos y de los simulacros (...)".6

Esto da lugar a una topología del cuerpo, por una lógica distinta de pensar lo corporal, lógica que articula lo ya situado en una forma de lenguaje, donde estaba inscripta una idea de cuerpo antes de la mutilación, junto con lo nuevo, luego de la misma. Irrupción temporal y espacial, que abre, que habita, como lo plantea la autora, otro cuerpo a construir.

Otro por ser no ya físico (la mama), falta de eso real del cuerpo que provoca una mutación, ausencia que se condensa en otro lugar... en este caso, la palabra.

El cáncer, la mutilación, es el acontecimiento que ya sucedió; luego viene el fantasma, como juego del acontecimiento (ausente). "El acontecimiento es lo que siempre falta a la serie del fantasma, falta o indica su repetición sin original. (...) El pensamiento tiene que pensar lo que forma, y se forma con lo que piensa".7

Como afirma Deleuze (1972): "el fantasma forma la incorporal e impenetrable superficie del cuerpo; y es a partir de todo ese trabajo a la vez topológico y cruel que se constituye algo que se pretende organismo centrado, distribuyendo a su alrededor el progresivo alejamiento de las cosas".8

Allí donde Gabriela L. necesita reubicar lo perdido, la cosa faltante, la mama, la teta que alimenta, el objeto de goce, el símbolo de femeneidad, se aleja de su cuerpo para situarse en otro lugar, diciendo: "espero aquí, en esta habitación, a que la mutilación se sitúe, simple, lógica, en una serie cualquiera. Que pueda alojarse en algún lado, la mutilación, para estar entonces menos alojada en mi cuerpo (...)".9

Este ejemplo de Gabriela L. es posible transferirlo a innumerables relatos. Así, ante este tipo de prácticas que tienen incidencia sobre lo corporal como la mastectomía, las amputaciones, las cesáreas (aunque estas últimas, más que faltante, traen presencia de un nuevo ser), "se hace cuerpo", es decir, se toma conciencia sobre el mismo cuerpo para poder enfrentar las consecuencias de esas prácticas.

Por su parte el psicoanálisis ha intentado demostrar la incidencia que el inconsciente tiene sobre el cuerpo. En efecto, según Lacan (1993) el cuerpo no es organismo, nacemos con un organismo, lo viviente y el cuerpo se construye con la imagen puesta allí donde sólo hay organismo. Esta intervención realizada sobre este órgano, trasciende sobre el mismo tomando cuerpo. "Se trata pues de la oposición de un organismo discordante en sí mismo, no unificado con un cuerpo que está organizado por la imagen".10

Un cuerpo que se reformó, que se mostró (muestra fotográfica realizada en el Centro Cultural de Recoleta, Buenos Aires), para inscribirse en el lenguaje, quizás no el mismo para todos, pero sí puesto al servicio de todos, para ser leído, observado, reflejado, analizado, respetado. Constituye un dato diferente, distinto, que se distingue en esas formas corporales instaladas, en un supuesto lenguaje común, como lo habitual, de tener dos pechos. El impar ante el par, lo que rompe la idea de "lo normal"; que al decir de Lyotard: "(...) no es describir un pensamiento en la forma de una selección de los datos y su articulación, así se calla la verdad: los datos no son dados sino dables, y la selección no es una elección".11

El dolor de pensar es dolor que se transmuta con el mismo pensamiento que se resuelve al aceptar la irresolución, y es allí donde la autora significa, le da un sentido a esa falta corporal, en otra lógica corporal de significación.

En realidad, esta elección que Gabriela L. realiza a partir de la mutilación reconvirtiéndola en mutación sólo es posible a partir de mirar la vida como un desafío, como lucha constante, como trascendencia. Las fotos publicadas, están pensadas por ella misma y por todas aquellas, que como ella, anónimas o no, también han sufrido, o han de sufrir una mutilación. Es interesante ver, al respecto, como puede rastrearse en sus relatos y fotos una postura ideológica auténtica, firme y libre.

Es un cuerpo que inscribe algo, cuerpo que se rostrifica, de esos en los que la rostrificación actúa, pero los efectos no son en modo alguno los esperados, "precisamente porque el rostro depende de una máquina abstracta no se contentará con ocultar la cabeza, sino que afectará a las demás partes del cuerpo, e incluso, si fuera necesario, a otros objetos completamente distintos. Así pues, la cuestión es saber en qué circunstancias se desencadena esa máquina, que produce rostro y rostrificación".12

En Gabriela L. la máquina actúa en el momento de la operación, allí donde se vislumbra el momento clave de la acción de la máquina sobre el cuerpo. Como con la Rastra del texto de Franz Kafka13 , se inscribe la sentencia en el cuerpo del condenado, en ella se inscribe una gran cicatriz sobre su pecho izquierdo, ahora ausente, que señala la sentencia de tener cáncer.

Así se podría pensar en la persona a partir de la adjetivación de la enfermedad, como enferma. Sin embargo es interesante su giro y trascendencia desde una forma de pensamiento casi revolucionaria. Es diferente ser enferma que tener la enfermedad. "A la enfermedad la tengo y acompaña mi vida y no me queda otra. Pero no es el eje. Si estoy señalada todo el tiempo como enferma, estaré todo el tiempo enferma. Pero no estoy todo el tiempo enferma. Hay momentos que sí y otros que no. Incluso hay momentos en que me olvido. Y la habitual utilización de la imagen que se hace en relación a la enfermedad, ponerse un pañuelo en la cabeza, ocultarse, yo la creo muy dañina (...). Se trata justamente de que las mutaciones combinen con tu vida. Porque tu vida no termina en el cáncer (...). Mientras tanto uno está viva".14

Su propio cuerpo toma entonces otra forma, también bella, sensual, atractiva. Ese cuerpo es ahora más mirado, admirado y deseado. Por haberse sumergido en aquellas líneas de fuga planteadas por Deleuze, que le permite introducirse en un espacio topológico diferente, a través de un giro que es posible con la desterritorialización de un estado de estratificación de un cuerpo.

Ella sola en su casa, viéndose allí la falta del pecho, preguntándose qué hacer ahora con su propio cuerpo, cómo habitarlo, cómo adornarlo. Es así como siendo fotógrafa, coloca una sábana negra en la pared, la cámara fotográfica en un trípode, ensaya posiciones, y se autofotografía. Logra entonces verse ella misma plasmada en esa otra imagen, en principio extraña, reconvirtiendo con estos ensayos, su cuerpo desnudo, colocando objetos significativos para ella, su sensualidad.

Esta primera línea de fuga, allí íntima, en cuatro paredes, señala el comienzo de un pensamiento diferente sobre ella misma. Ese quiebre geográfico corporal, con su nueva cicatriz que marca la ausencia del pecho, toma presencia en los latidos, en la sangre que circula, en una estética de lo asimétrico. Es el cuerpo sin órgano que construye la máquina rostritaria, por cuanto es ese rostro que se forma a partir del levantarse de la cama, y verse, abrirse, moviliza el lugar del "ser enfermo", ella se fuga hacia un nuevo estado, no sabe cuál, pero sí diferente, y muestra a su ginecólogo las fotos que produjo durante esa primera línea de fuga tomada.

Entra en este momento la mirada de un "otro", su ginecólogo, quien impulsa a Gabriela L. a la exposición de las mismas, de ella misma, de su deseo, pues, justamente:

"el cuerpo sin órgano es deseo, y gracias a él se desea. No sólo porque es el plan de consistencia o el campo de inmanencia del deseo, sino porque, incluso, cuando cae en el vacío de la desestratificación brutal, o bien en la proliferación del estado canceroso, sigue siendo deseo. El deseo va hasta ese extremo: unas veces desear su propio aniquilamiento, otras desear lo que tiene el poder de aniquilar".15

Ver lo colectivo en lo individual

Este caso particular, individual, de Gabriela L. podría instalar un primer quiebre epistemológico en el campo disciplinar de la Educación Física, por sus tradiciones conceptuales sobre el cuerpo.

En nuestra sociedad es dominante la idea de que el cuerpo es algo objetivo, desposeído de preconceptos o subjetividades que tienen que ver con lo social y cultural. En general, los modelos corporales que la medicina ha proporcionado a la Educación Física han sido modelos llamados científicos (científico-naturales) ya que pretendían saberes neutros y no contaminados por la ideología y las influencias sociales.

Esta teoría ha hegemonizado la idea de la condición de eficacia de los cuerpos, excluyendo así al menos a las personas con cuerpos diferentes, considerados muchas veces como los menos aptos por no incluirse dentro de la lógica de pensar un cuerpo como "lo normal", por ser norma instituida socialmente.

A lo "normal" o "anormal" se lo ha ligado con "cosa buena" o "cosa mala", "salud" o "enfermedad", "deseable" o "indeseable", conceptos encarnados en una necesidad de clasificar en el nivel de estadística lo que hace y piensa la mayoría, pero que nada tiene que ver con la ética o la moral.

Ahora bien, es posible aceptar el pensamiento objetivo del cuerpo porque resulta impensable plantear una visión que analice el cuerpo sin tener en cuenta consideraciones sociales y culturales. Más aún, se debe analizar si la objetividad no es, en realidad, un disfraz que cubre una visión determinada acerca de cómo subsumir lo corporal a las relaciones sociales vigentes en una determinada sociedad.

En general, los profesores de Educación Física se han considerado a sí mismos como profesionales neutros al margen de ideologías, lo cual envuelve una concepción del cuerpo tomado prioritariamente como realidad biológica. Sin embargo, la historia muestra que tal neutralidad y objetividad es una falacia. Tal como plantea Benilde Vázquez: "las funciones corporales que sostienen la vida social de una persona muestran adquisiciones que no son innatas, sino que dependen del desarrollo según direcciones culturales precisas".16

En esta misma dirección apuntan también los estudios de Boltanski (1974), dado que en ellos el autor plantea que ya la relación simbólica de la madre con sus hijos en los primeros meses de vida define pautas de comportamiento basadas en los códigos y modelos corporales de nuestra sociedad y, al igual que en los otros aspectos educativos, en esa relación también se sienten diferencias que no son solo sexuales, sino que también dependen de la clase social, hábitat y demás factores culturales.17

Es decir, no es posible plantear una visión objetiva del cuerpo, sino que ésta siempre se encuentra determinada por consideraciones sociales y culturales. En realidad, en las ciencias sociales el sujeto y el objeto comparten el mismo mundo.

Por otro lado, queremos avanzar un poco más y postular que esta visión del cuerpo de carácter asocial y desvinculado de lo histórico-cultural no es de ningún modo casual, sino que sirve para reproducir en el ámbito educativo del cuerpo, las relaciones sociales vigentes un una determinada sociedad. Así lo afirma Vicente Pedraz:

"en este caso, la colonización normalizadora biologicista por intermedio de la inculcación de las formas de sociedad médicamente controladas y deportivamente orientadas: es decir, la medicalización y la deportivización de las relaciones sociales y de la cultura". (Pedraz, 1996)18

En suma, no sólo resulta incongruente sostener una visión del cuerpo de carácter objetiva, sino que también queda claro que los precursores de tal visión responden a un determinado modelo social dominante, lo que hace que sus planteos resulten paradójicamente subjetivos.

Hacer de una supresión una mutación en un sentido estéticamente positivo, es una consecuencia de pensar más en principios que en finales. Estos principios no cierran puertas, como si se tratara de respuestas absolutas a verdades eternas sino que constituyen verdaderos problemas, que actúan como disparadores del pensamiento.

Principios que podrían responder a un nuevo paradigma estético tal como el que se explicita en Guattari a partir de ciertas rupturas conceptuales sobre lo bello, lo lindo, etc., como territorios colonizados, hegemonizados por identidades colectivas, que no siempre dan cuenta de individualidades subjetivadas diferentes. Por ser extranjera, distinta, ajena a las concepciones instituidas e instauradas como Universo de verdad: "(...) la subjetividad colectiva territorializada es hegemónica: ella vuelca unos sobre otros los Universos de valor en un movimiento general de repliegue sobre sí misma".19

Preguntas finales a modo de conclusión

En este apartado intentamos desarrollar nuestra postura ante la problemática planteada, así como también generar un espacio de reflexión posterior para desarrollar discusiones constructivas que puedan surgir a partir de esta mirada elegida.

Es un desafío que expone nuestro cuerpo frente a los otros, tomando cuerpo, en aportes posibles. Así como Gabriela L. nos permitió este análisis teórico, abrirlo seguramente nos enriquecerá aún más.

Las repercusiones que esta experiencia aporta a nuestras prácticas educativas no son transferibles en forma lineal. En este sentido, solo pretendemos plantear ciertas discusiones que aporten espacios posibles de movilización de ciertas estructuras instauradas.

Los efectos de una práctica quirúrgica sobre lo corporal pueden ser variados, como tan variadas son las personas a quienes se les practica. Pero, ¡qué variadas formas de intervenir sobre lo corporal aparecen, en las prácticas docentes, que, aunque no quirúrgicas, tienen la palabra tan presente!. Palabras que como un bisturí pueden dejar inscriptas marcas, toques quizás ya no tan visiblemente orgánicos, pero sí surcados simbólicamente, en un lenguaje que se instala priorizando modelos "normalizadores" del cuerpo, donde lo diferente aparece como algo anormal, que no puede ser tratado. Y es, por consiguiente, descalificado, desacreditado con términos como los que tan frecuentemente se emplean en nuestras prácticas educativas.

Esta máquina rostritaria impregna marcas corporales que se fijan dejando las huellas propias de lo vivido. Unas más profundas y otras no tanto. Así, el cuerpo aparece como una construcción históricamente situada y cada cuerpo es distinto de otros, en tanto la cultura y las historias individuales y colectivas van dejando las marcas de lo vivido.

La Educación Física planteada desde una concepción corporal que sólo visualiza la condición biológica se instala como una máquina rostritaria. Produce así una marca en los cuerpos de los individuos que es reproducida y a la vez sostenida por una maquinaria de orden económico produciendo cuerpos anclados en modelos de la sociedad capitalista de consumo.

Estos modelos corporales "vigentes" producidos y reproducidos por los medios de comunicación son tomados desde la doxa como ideales y deseables. Así comienza el duro trabajo de subsumir la "vida total" a la actividad física.

Las modelos que se observan en cualquiera de las revistas de circulación corriente usan las fotos de su cuerpo de un modo distinto al de Gabriela. L. Pero ella pudo entrar en una línea de fuga, que rompe, que quiebra, fisura, trasciende. Para las otras, "las normales, lindas, deseadas, bellas" constituye estar en lo instalado. Es decir, instalarse o formar parte de aquello que parece deseable o inalcanzable.

El campo disciplinar de la Educación Física ha sido impregnado por estas consideraciones, donde la maquina rostritaria ha funcionado con cierta eficacia sin dar lugar en muchos casos a líneas de fuga que permitan inscribir o utilizar otro tipo de maquinaria abstracta.

Otro pensamiento es posible si se observa en las ausencias las presencias; en la parálisis, el movimiento y en las prácticas, la teoría.

La Educación Física lejos de ser una disciplina empírica se encuentra dentro del campo de lo social y, como tal, puede, además de fortalecer y embellecer los cuerpos desde la sistematización de una práctica concreta, abrirse a otras miradas posibles, a otros modos de pensarse y de pensar al cuerpo.

Así los aportes teóricos propios de esta disciplina surgen a partir de recoger experiencias, que, como la de Gabriela L., invitan a romper con ese orden establecido, posibilitando la participación en la construcción de rostrificaciones diferentes.

Bibliografía

BOLTANSKI, L. (1975) Los usos sociales del cuerpo, Periferia, Buenos Aires.

DELEUZE, G. (1988) Mil mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia, Pre-Textos, Barcelona. (Traducción de José Vázquez Pérez).

ELIAS, N. (1992) "Michel Foucault" en prefacio de Didier Eribon, Anagrama, Barcelona.

FOUCAULT, M. (1972) Theatrum Philosophicum seguido de Repetición y Diferencia con Giles Delleuze. En la serie de filosofía, dirigida por Eugenio Trías. Anagrama, Barcelona.

GUATTARI, F. (1996) Caosmosis, Ediciones Manantial, Buenos Aires.

KAFKA, F. (1995) En la colonia penitenciaria, Alianza, Madrid.

LIFFSCHITZ, G. (2000) Recursos Humanos. Textos y fotografías, Ediciones Filólibri, Buenos Aires.

LYOTARD, J. F. (1998) Lo Inhumano. Si se puede pensar sin cuerpo, Ediciones Manantial, Buenos Aires.

PEDRAZ, M. (1997) "Poder y cuerpo. El (incontestable) mito de la relación entre ejercicio físico y salud", en Revista Educación Física y Ciencia, Nº 2, Año 3, Departamento de Educación Física. U.N.L.P., La Plata.

SOLER, C. (1993) "El cuerpo en la enseñanza de Jacques Lacan", en Estudios de Psicosomática, volumen 1, Atuel, Buenos Aires.

VAZQUEZ, B. (1999) "Diferentes concepciones del cuerpo", Ponencia presentada en las "II Jornadas Internacionales sobre coeducación". Universidad de Valencia. Valencia.

Otra Fuente consultada

Diario Página/12, suplemento Radar (2004). Domingo 15 de Febrero. Entrevista realizada por María Moreno a Liffschittz, Gabriela , Buenos Aires, Argentina.

__________

El presente artículo formó parte del trabajo final del Seminario "el cuerpo en el pensamiento francés contemporáneo", dictado por la Profesora María del Carmen Vitulio. Este Seminario formó parte de la Maestría en Educación Corporal de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la U.N.L.P.

1 LIFFSCHITZ, G. (2000) Recursos Humanos. Textos y fotografías, Ediciones Filólibri, Buenos Aires, p. 6.

2 LYOTARD, J. F. (1998) Lo Inhumano. Si se puede pensar sin cuerpo, Ediciones Manantial, Buenos Aires, p. 26.

3 ELIAS, N. (1992) "Michel Foucault" en prefacio de Didier Eribon, Anagrama, Barcelona.

4 LYOTARD, J. F. (1998) Lo Inhumano. Si se puede pensar sin cuerpo, Ediciones Manantial, Buenos Aires, p. 26.

5 LIFFSCHITZ, G. (2000) Recursos Humanos. Textos y fotografías, Ediciones Filólibri, Buenos Aires.

6 FOUCAULT, M. (1972) Theatrum Philosophicum. Ed. Anagrama, Barcelona.

7 Ibidem, p. 14.

8 Ibidem, pp. 22-23.

9 LIFFSCHITZ, G. (2000) Recursos Humanos. Textos y fotografías, Ediciones Filólibri, Buenos Aires.

10 SOLER, C. (1993) "El cuerpo en la enseñanza de Jacques Lacan", en Estudios de Psicosomática, volumen 1, Atuel, Buenos Aires, p. 97.

11 LYOTARD, J. F. (1998) Lo Inhumano. Si se puede pensar sin cuerpo, Ediciones Manantial, Buenos Aires.

12 DELEUZE, G. (1988) Mil mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia, Pre-Textos, Barcelona, p. 176. (Traducción de José Vázquez Pérez).

13 KAFKA, F. (1995) En la colonia penitenciaria, Alianza, Madrid.

14 MORENO, M. "Entrevista a Liffschittz, G." en Diario Página/12, 15 de Febrero de 2004, Suplemento Radar.

15 DELEUZE, G. (1988) Mil mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia, Pre-Textos, Barcelona, p. 169. (Traducción de José Vázquez Pérez).

16 VAZQUEZ, B. (1999) "Diferentes concepciones del cuerpo", Ponencia presentada en las "II Jornadas Internacionales sobre coeducación". Universidad de Valencia. Valencia.

17 BOLTANSKI, L. (1975) Los usos sociales del cuerpo, Periferia, Buenos Aires.

18 PEDRAZ, M. (1997) "Poder y cuerpo. El (incontestable) mito de la relación entre ejercicio físico y salud", en Revista Educación Física y Ciencia, Nº 2, Año 3, Departamento de Educación Física. U.N.L.P., La Plata.

19 GUATTARI, F. (1996) Caosmosis, Ediciones Manantial, Buenos Aires.

Esta obra está bajo licencia
Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.5 Argentina