Educación Física y Ciencia, 2002/2003, vol. 6, p. 68-77. ISSN 2314-2561
Universidad Nacional de La Plata.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Departamento de Educación Física.

Artículo/Article

El análisis sociológico del deporte

Pippo Russo

Universidad de Florencia, Italia


El siguiente artículo ha sido publicado previamente en la Revista Rassegna Italiana di Sociologia. Agradecemos la colaboración en la traducción del artículo de parte de Juan Ignacio Piovani.

La reflexión sociológica sobre el tema del deporte se presenta como una empresa discontinua, que sufre todavía una dificultad para asignarle dignidad académica al tema, y conferirle un rango de campo disciplinario específico. El deporte como fenómeno social, de hecho, continúa siendo un objeto de análisis secundario, sobre el cual convergen aproximaciones teóricas heterogéneas por disciplina e instrumentos analíticos, cada una con paradigmas y estructuras conceptuales propias, con la consecuencia de enfatizar casi siempre aspectos particulares del fenómeno. Permanecen aún limitados los intentos de explicación sistemática, adoptados como "clásicos" con una rapidez sorprendente debido a la falta de oposición teórica, además de una escasa consideración del tema en el ámbito de las Ciencias Sociales y de un carente esfuerzo sistemático para el desarrollo de esquemas conceptuales y modelos de análisis endógeno. Así, al observador que se proponga hacer un balance sobre el "estado del arte" de la sociología del deporte, no le queda otro camino que registrar la presencia de una serie de estudios circunscriptos al tema y la dimensión investigada, y un florecer de investigaciones empíricas provenientes sobre todo de los ambientes académicos anglófonos, que desde la misma dimensión micro se hacen utilizables en términos de agenda (la legitimidad del tema elegido como cuestión relevante del ámbito disciplinar), y no ciertamente como una contribución heurística ofrecida a la causa de una más puntual definición del campo teórico. La misma identidad de la sociología del deporte como sub-disciplina resulta problemática: no existe, de hecho, una única opinión sobre la disciplina madre de la que debería depender. La opinión más difundida y que se considera más acreditada, es aquella que quisiera reincluir los estudios sociológicos del deporte en el campo de los estudios culturales, pero no faltan los intentos de reconducirlos a la sociología política (Porro 1995), o a la sociología de las organizaciones (Slack 1997); aquellos que hacen de la lectura de los procesos ligados al deporte un filtro para analizar el equilibrio de las relaciones de género (Creedon 1994; Cole, Messner y Mc Kay 1997); aquellos que se concentran en los comportamientos distorsivos, sea del lado de los atletas, como del público (Dal Lago 1990; Dunning 1971; Elias y Dunning 1989; Roversi 1992); aquellos que consideran la relación entre deporte y mass media (Rowie 1999; Wenner 1998); y finalmente, aquellos que estudian las transformaciones provocadas por los procesos de globalización (Bale y Maguire 1995; Maguire 1999).

El cuadro apenas detallado permite entender qué difícil es la definición disciplinar de los estudios del deporte, y su ubicación en el ámbito de los estudios sociológicos. A partir de estas constataciones, resulta necesario determinar las principales referencias teóricas del deporte dentro del ámbito comprendido por las ciencias humanas y sociales, para después pasar a los limitados intentos de teorización adscribibles al campo disciplinar de la sociología, y concluir con la identificación de algunas alternativas de análisis, que pueden ser tomadas como ayuda para una más completa definición del deporte como problemática sociológica.

1. Deporte y Teoría social

La importancia del deporte en las ciencias humanas aparece por primera vez dentro del debate relativo a lo que se ha definido como "dialéctica trabajo-tiempo libre".1 El objeto del enfrentamiento alrededor del cual las teorías opuestas tomaban partido, se refería al primado entre la propensión lúdico-expresiva e instrumental en el comportamiento humano: ¿cuál de las dos asume la posición principal, y cuál la secundaria? ¿El hombre expresa primariamente sus propias inclinaciones a través de actividades que consisten en el empleo de medios para la realización de determinados fines, respecto a cual el tiempo dedicado a actividades no instrumentales adquiere valor secundario? O viceversa, ¿desarrolla al grado máximo a partir de las actividades expresivas su naturaleza de "animal simbólico", dentro de la cual las actividades instrumentales no son otra cosa que un tipo de prácticas destinadas a definir, junto con los demás, la relación significativa del hombre con el mundo que lo rodea? En el contexto de esta discusión, se ubica el rol del deporte como juego organizado y formal, su naturaleza en el esquema que comprende las actividades humanas y su dignidad primaria o secundaria en cuanto práctica.

Alrededor del dilema tiempo libre-deporte/trabajo se han enfrentado algunos de los teóricos sociales de mayor preponderancia del siglo pasado, provenientes de ámbitos disciplinares distintos, y a grandes rasgos asociables a dos tendencias: el materialismo marxista y el conservadurismo cultural.

Según la primera alternativa, la actividad orientada a la búsqueda del mejor gobierno posible de las condiciones materiales de la existencia, representa la mayor realización de la misma naturaleza humana. De esto puede deducirse que el trabajo no puede dejar de ubicarse en posición primaria en relación al tiempo libre y a todas las expresiones que lo incluyen (principalmente en nuestro caso juego y deporte). El tiempo libre, según los intelectuales incluidos en este grupo, no es otra cosa que tiempo residual con respecto al trabajo, y cada actividad que se desarrolle será considerada de un grado inferior respecto a aquellas que caracterizan el tiempo del trabajo. En este contexto, los juegos y actividades deportivas no pueden dejar de ser consideradas sino como prácticas de simulacro o perfeccionamiento de las actividades laborales. Un ejemplo de este modelo de aproximación es la teoría del historiador marxista Gerhard Lukas (1969), según el cual, el primer deporte practicado por el hombre no puede haber sido otro que el lanzamiento de jabalina. Esta práctica se debía, seguramente, a su necesidad de reducir al máximo el riesgo de contacto con bestias salvajes, y de lograr que fuera menos ardua la captura de presas en fuga, golpeándolas a la distancia por medio de un instrumento letal (la lanza), a utilizar con la precisión necesaria para quien no podía permitirse lanzar otro tiro. De la necesidad de afinar la técnica de lanzamiento y mejorar su eficiencia se habría abierto un camino para la práctica de adiestramiento, antecámara para la ludicización y deportivización. Como se puede notar, en la reconstrucción hecha por Lukas, es la actividad práctico material la que impulsó la lúdico-deportiva.

Con respecto a un enfoque tan unidireccional, algunos teóricos que se ubican dentro del mismo espacio de la crítica marxista, revalorizan el juego y el deporte como prácticas no secundarias al trabajo, ni agobiantes ni alienantes como sostienen los teóricos de la Escuela de Frankfurt. Retomando algunas ideas del Grundrisse, el sociólogo francés Joffre Dumazedier (1959) sostiene que el mismo Marx había previsto el advenimiento de la era del tiempo libre. A la continuación de esta línea de revisión de la relación entre trabajo y tiempo libre se han dedicado Francis Hern (1976/77) y Lawrence M. Hinmann (1977), los cuales, a pesar de sostener tesis no del todo compatibles entre ellas, confieren una importancia y un significado distintos a los círculos de actividad no material de la vida cotidiana. De cualquier manera, ninguno de los críticos marxistas citados alcanza a escindir el binomio trabajo/tiempo libre y a analizar cada uno de los términos en forma separada, para acercarse a la fomulación de una completa teoría del deporte como fenómeno independiente de la matriz materialista de las actividades humanas.

El otro enfoque de reflexión teórica que ha sido aquí citado, opuesto a aquel del materialismo marxista, es el del conservadurismo cultural. Las tesis sostenidas por los autores de esta posición hacen referencia a las actividades lúdico-expresivas como las realmente fundantes de la actividad humana, por lo que las prácticas destinadas a asegurar las condiciones materiales mínimas de existencia no son otra cosa que epifenómenos de naturaleza simbólica. El principal exponente de esta teoría es el historiador holandés Johan Huizinga, cuyo texto "Homo Ludens" (1938), representa hasta el día de hoy uno de los más altos tentativos de dotar al fenómeno del juego de un fundamento cultural y teórico. La tesis de Huizinga sostiene que el hombre aprovecha mejor su propia naturaleza mediante una actividad cuya esencia es inequívocamente lúdica.2 El juego mismo provee, según el autor, una suerte de gramática de comportamiento al individuo, planteo que representa una suerte de anticipación de las tesis de Caillois sobre la categoría "ludus" de los juegos, que más adelante serán tratadas. El juego es una actividad con fuertes connotaciones culturales, que se expresa a través de una ritualidad de vaga matriz religiosa o ritual y que ofrece el principal canal expresivo para la inclinación simbólica de la naturaleza humana. El planteo de Huizinga parte de un supuesto polemológico que se enfrenta con dos enemigos bien identificables, aunque no se los nombra en todo el desarrollo del libro: el utilitarismo burgués y el materialismo marxista, que en general representan los blancos contra los cuales se orientan los dardos de la corriente cultural-conservadora. Revalorizando el juego como principal actividad expresiva de la naturaleza humana, se ataca, de manera indirecta y sutil a las dos corrientes que dominan la escena ideológica de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, y su común matriz instrumentalista.

Menos refinada, y por ello más sugestiva, es la propuesta del filósofo español José Ortega y Gasset (1924), quien hace una referencia explícita al deporte como factor de construcción del estado. La elaboración de Ortega y Gasset se ubica a mitad de camino entre la filosofía de la historia y la reconstrucción mitológica. Universalizando un episodio mítico de la historia romana (el rapto de las sabinas), indica, en el sentido de desafío y en el espíritu de cuerpo viril que provocan la predación exógena (o sea, el rapto de mujeres pertenecientes a grupos sociales extraños a la familia, a la estirpe ó a la tribu) el primer gesto emancipatorio de los vínculos con los círculos sociales de adscripción. El carácter deportivo de este gesto predatorio se encuentra en la batería de motivaciones antiutilitaristas, en cuyo interior el sentido de desafío, la afirmación de identidad y la gratuidad del riesgo juegan un rol determinante. La sumatoria del razonamiento de Ortega y Gasset enuncia el carácter irracional del origen del estado moderno, y además es posible leer a contraluz la vena antiracionalista alimentada en su polémica frente al cientismo marxista y liberal-burgués.

Los enfoques de Huizinga y Ortega y Gasset, no obstante su valor especulativo y literario, son criticables bajo dos perfiles: el de la faz científica, respecto a la cual son ambos ampliamente opinables; y el de la fidelidad histórica, en cuya prueba los resultados son cuanto menos débiles. Sobre todo, ni Ortega y Gasset ni Huizinga, se detienen en el análisis específico del deporte como fenómeno social.

Alejándose de la temática de la relación trabajo/tiempo libre, y centrando la atención sobre el juego y el deporte, se puede señalar la ya clásica investigación del antropólogo francés Roger Caillois (1958), en cuyo desarrollo se realiza una clasificación de los juegos, que además de representar un instrumento analítico aún más válido, abre una perspectiva sobre la dimensión agonística que constituye el núcleo central de todo fenómeno deportivo. Caillois indica dos extremos contrapuestos en la amplia gama de juegos humanos: de un lado, los juegos incluidos dentro de la definición de paidía, que son aquellos que surgen como fenómenos espontáneos de la interacción entre individuos y caracterizados por la escasa regulación; en el otro extremo, los juegos incluidos dentro de la categoría ludus, que muestran una tendencia hacia la fijación de principios de acción que los jugadores deben conocer. Dentro de este panorama, Caillois identifica una cuádruple tipología de juegos: 1) aquellos definidos alea, cuya característica principal es la preponderancia del caso en la determinación del resultado; 2) aquellos conocidos como agon, en los cuales domina la dimensión de competición; 3) los denominados mimickry, en los cuales el aspecto de la ficción y del uso de máscaras representan el núcleo de la interacción lúdica; 4) aquellos que hacen surgir una dinámica de ilinx, ó sea de vértigo y exageración.

La tipología desarrollada por Caillois, con su serie de definiciones y ejemplos, mantiene hasta hoy un valor analítico, aunque muestra un defecto en la falta de atención respecto de la dimensión individual de los juegos; la misma polaridad ludus-paidía, en efecto, podría haber sido aplicada para ilustrar la tendencia ambivalente del actor a buscar la conformidad y certeza de la interacción en las reglas (ludus) y a violarlas al mismo tiempo, dando curso a los propios instintos individualistas y autoexpresivos (paidía). En lo que respecta al tema del deporte, la identificación de una clase de juegos relacionados con la dimensión de agon, marca una línea que hace de las modernas disciplinas agonísticas, fenómenos pertenecientes a un modelo de expresividad humana originario, para nada secundario con relación a las actividades práctico-materiales de conquista de los medios de sobrevivencia.

Una última fuente no sociológica que aquí merece ser nombrada, es aquella que conecta directamente los deportes modernos con la ritualidad religiosa de las sociedades tradicionales y pre-modernas. El principal representante de esta escuela puede ser considerado el historiador alemán Carl Diem (1971), quien identificó las primeras prácticas proto-deportivas en los juegos que eran celebrados como manifestaciones colaterales a las grandes celebraciones religiosas en muchas sociedades antiguas. La conexión entre experiencia mística, ritualidad de las prácticas celebrativas y ejercicio de una actividad física regulada según criterios no extemporáneos es indicada por Diem como el origen de los deportes contemporáneos. Este análisis parece útil solo en algunos aspectos, principalmente aquellos relativos al carácter ceremonial del juego deportivo, que en las teorías hasta aquí desarrolladas faltaba. Pero la perspectiva de Diem soporta dificultosamente la crítica planteada por Guttman (autor del que nos ocuparemos en breve), que se basa en dos excepciones: la ausencia de un carácter fatídico en la interacción lúdica, recuperable dentro del concepto de "resultado"; el carácter instrumental de los mismos juegos, comprendidos dentro de un más complejo rito, orientado a la obtención del favor de los dioses. Ambos puntos críticos oscurecen la idea de continuidad entre los juegos religiosos pre-modernos y los deportes contemporáneos.

2. Las fuentes sociológicas relacionados con el deporte

Pasando al análisis de los trabajos sobre el deporte más claramente "sociológicos", aquel que ha marcado el camino hacia la creación de una disciplina específica es el de Allen Guttman, docente de Estudios Americanos en el Colegio Ahmerst. Su trabajo "Del ritual al record" (1978), representa el más ambicioso intento de construir una teoría sociológica sobre el desarrollo de los deportes modernos. Guttman identifica una conexión entre la parábola del industrialismo y la "deportivización" de los juegos, que se construye a partir de siete líneas de desarrollo evolutivo, comunes a ambos fenómenos:

1) Secularización: se trata del elemento que lleva a Guttman a asumir posiciones críticas respecto de la reconstrucción de Diem. Los deportes modernos son ceremonias laicas, envueltas en motivaciones trascendentes y basadas en la prioridad absoluta de la dimensión humana.

2) Igualdad: los deportes modernos promueven una democratización de la práctica y del consumo respecto de muchas de las actividades proto-deportivas de las épocas precedentes. El deporte consumido y practicado deja de ser progresivamente una línea de separación entre clases.

3) Especialización: principalmente gracias a la difusión de los deportes grupales, se pulen y mejoran las estrategias de división del trabajo, que permiten la optimización de los recursos disponibles.

4) Racionalización: la reglamentación precisa y escrupulosa de las prácticas es asumida como uno de los imperativos principales para cada ejercicio lúdico-agonístico que sobrepase el umbral de la "deportivización".

5) Burocratización: es un paso necesario de la racionalización; para que se garantice efectividad y vinculación a las reglas es necesaria la creación de uno o más órganos de coordinación.

6) Cuantificación: éste es un elemento que según Guttman representa de manera muy significativa la naturaleza de los deportes modernos, que son sometidos a una forma numérica de racionalización que hace de la medición de una amplia clase de prestaciones el elemento central.

7) Récord: esto constituye la evolución de la apenas nombrada tendencia a la medición de las prestaciones y constituye la máxima realización de la naturaleza de los deportes modernos. El récord, que por su propia naturaleza de rendimiento de excelencia expresado en términos numéricos, representa en realidad la máxima realización del industrialismo en el deporte y se diferencia del ritual, que inversamente representaba la naturaleza no cuantitativa de los juegos pre-deportivizados, es el concepto que mejor realiza la síntesis entre juegos "deportivizados" y el espíritu del industrialismo.

La lección de Guttman ha constituido por mucho tiempo un punto de referencia para cualquiera que quisiera emprender una aproximación sociológica al estudio del deporte, y muchas de sus intuiciones permanecen válidas como instrumentos analíticos. Lo que resultará interesante valorar es el grado de resistencia del planteo teórico guttmaniano frente al actual desarrollo del deporte en sentido post-industrial y post-moderno que impone una revisión de los paradigmas hasta aquí utilizados, y de lo que se hablará más adelante.

Otra gran lección sociológica sobre el deporte es aquella formulada por Norbert Elias (Elias y Dunning 1989). Partiendo de su afortunado paradigma sobre el proceso de civilización como tendencia evolutiva de las modernas democracias, Elias identificó un proceso análogo de deportivización, consistente en la esterilización y formalización de los juegos. Identificado el origen de los deportes modernos en la Inglaterra del setecientos, el autor reconstruyó una correspondencia entre la fundación y la consolidación de la primera democracia parlamentaria y la difusión de una actitud hacia los "loisir" físicos más proclive a su regulación que a su represión. Esto ocurría en un país que logró, antes que los demás, neutralizar los ciclos de violencia interna y construir un clima de confianza recíproca entre grupos opuestos. El enfoque neo-simmeliano de Elias carece de explicación, del por qué los deportes de origen inglés (fútbol, rugby, tenis), desarrollados dentro de un contexto histórico-social bien definido, se han difundido a través de todo el planeta, conquistando el favor en culturas y países distintos por cultura, índices de desarrollo y democratización.

Un acercamiento sociológico al tema del deporte que muestra una definida afinidad con el enfoque eliasiano es el de la escuela configuracional (Dunning 1971; Elias y Dunning 1989; Bale y Maguire 1994) Sus teóricos sostienen que los actores de los actuales deportes de elite actúan en el interior del agon no sólo en representación de sí mismos o de los equipos de los que forman parte, sino también en representación de un más amplio grupo (que puede llegar a abarcar un completo estado-nación), de su mismo estilo, de su misma cultura, de las tensiones propias de la estructura social.3

Los estudios configuracionales se han entrecruzado en tiempos recientes con aquellos relativos a los efectos del proceso de globalización (Porro 1997; Porro 1999). A partir de este entrecruzamiento se ha podido observar una realidad prismática, que aunque fuertemente post-nacionalista, conserva un espacio para la expresión de un perdurable nacionalismo deportivo (Russo 1999).

Si cambiamos la visión en dirección de las teorías críticas del deporte, la contribución más importante es la del sociólogo francés Pierre Bourdieu (1979; 1980), quien haciendo uso de su concepto de campo, encontró en el deporte un ámbito marcado simbólicamente, dentro del cual se reproducen fielmente las asimetrías existentes dentro del sistema social general.4 El modelo de referencia, según Bourdieu, es el del deporte de elite, con su dimensión de campeonato y de énfasis en el triunfo personal, que trasladan los mismos conceptos a las clases sociales privilegiadas, y a las inferiores, siendo recibidos de manera distinta según las expectativas que puedan encontrarse.

La última temática sociológica sobre el deporte que vale resaltar, es aquella que hace referencia al "deporte para todos". Esto demuestra la existencia de otro deporte respecto a aquel imperante en los mass-media, y que es tomado aún como referencia por la mayoría de la gente. Este tema del "deporte para todos", tendiente a restituir la centralidad del individuo en la práctica deportiva y a devolverle a la esfera del agonismo organizado una escala humana, fue reintroducida por el sociólogo alemán Klaus Heinemann (1990), dentro de una compleja teoría sobre la evolución de los sistemas deportivos. Estos se encuentran en un cierto punto frente al desafío de la inclusión de actores que, en proporción creciente, permanecen marginados de los mecanismos del modelo deportivo de alta competencia.

3. La sociología del deporte en Italia y las nuevas áreas de investigación

En lo que respecta a los estudios sociológicos italianos que han tenido al deporte como objeto, solo recientemente ha sido posible registrar un florecimiento -aunque tímido- de análisis e investigaciones. El primer tema tratado de modo científico ha estado relacionado a los grupos ultra. En este sentido ha sido original el trabajo de Dal Lago (1990), que utilizando los instrumentos del análisis etnográfico, ofrece una lectura de esta particular realidad que se contrapone a aquella más difundida, tendiente a encuadrar los casos en cuestión dentro del análisis de las subculturas desviadas. Más tradicional con relación al pensamiento de Dal Lago es el enfoque de Roversi (1990; 1992), que retoma las categorías utilizadas por Dunning en los estudios sobre el fenómeno hooligan.

El análisis de Porro (1995), de tipo politológico, describe el desarrollo del sistema deportivo italiano y sus peculiaridades, y reconoce en el deporte una arena política en la cual se disputan recursos escasos.

El análisis más reciente sobre deporte y mass media (Russo 2000) y sobre las tendencias evolutivas del deporte contemporáneo (Porro 2000), se cuestionan sobre las transformaciones que los juegos deportivizados ya han sufrido y se aprestan a sufrir en un escenario cambiante, en el cual los intereses económicos y comerciales son cada vez más influyentes. La reconfiguración de la relación entre el espectáculo y los que lo disfrutan, y la superación de todo límite en la performance agonística5 , han provocado un cambio tan abrupto y veloz, que ha vuelto obsoletos muchos de los instrumentos analíticos disponibles. Paradojalmente, se puede decir que la sociología del deporte, mientras busca aún afanosamente una estructuración disciplinar y académica, se ve obligada a afrontar una re-estructuración conceptual, que podría retrasar ulteriormente el camino hacia la obtención de un status propio como disciplina.

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1 Para una exhaustiva reconstrucción de éste debate, consultar a Hobermann (1984, en part. Trad. It., pp. 51-87).

2 En uno de los pasajes más significativos del libro, el autor escribe: "En el juego debemos cumplir una función de los seres vivientes, la cual no se puede determinar totalmente, ni lógica ni éticamente. El concepto de juego permanece aislado de todas las formas de pensamiento restante, con las que podemos expresar la estructura de la vida espiritual y social" (1938,10).

3 "(...) las presiones y los controles recíprocos que actúan en sociedades urbano industriales se reproducen generalmente en el ámbito de los deportes. Así resulta que deportistas de alto nivel no pueden ser independientes y jugar por diversión, pero deben aceptar una modalidad de participación en el deporte heterodirecta y seria. No pueden jugar más para sí mismos y son forzados a representar unidades sociales más amplias, como la ciudad, el condado o el país. (...) ellos deben ofrecer una prestación deportiva, o sea el tipo de satisfacción que requieren aquellos que controlan y aquellos que "consumen" el deporte, el espectáculo de asistir a una competencia excitante y pagar por ella, o también la confirmación, que se obtiene con la victoria, de la "imagen y la reputación" del conjunto social con quienes se identifican aquellos que controlan y/o consumen el juego". (Dunning, en Elias y Dunning 1989, trad. It., 280).

4 "(...) El universo de las prácticas y de los espectáculos deportivos se presenta de frente a cada persona, como un conjunto de opciones ya preparadas, de posibilidades ya armadas, de tradiciones, reglas, valores, vestimentas, técnicas, símbolos, que llevan su propio significado desde el sistema social del que forman parte, y que en todo momento, son deudores de una parte de la propiedad a la situación histórica" (1979, trad. it., 216).

5 Sobre éste tema sugiero consultar a P. Russo, "La vestimenta del hombre-tiburón", en El Manifiesto, 9 de mayo 2000, p. 16.

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