ARTICULOS / ARTICLES
AEIEF-IdIHCS/CONICET. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Universidad Nacional de La Plata (Argentina)
bettinacrespo@hotmail.com
Resumen
Las
prácticas de gimnasia en los gimnasios proponen/imponen,
normalizan y naturalizan determinadas relaciones de poder/saber entre
sus adeptos que, a partir de ellas, disciplinan y corrigen sus
cuerpos pero no por ello necesariamente se hacen más libres y
sapientes de sus prácticas y
discursos corporales, de lo que hacen con sus propios cuerpos o de lo
que piensan, sienten o dicen acerca de ellos.
Cuando
el poder se transforma en dominación, la educación
corporal generada no permite resistencias ni cuestionamientos y lo
que se adquiere no se transforma en herramienta crítica para
gobernar las próximas elecciones corporales cotidianas.
En
este artículo se analizan, en primer lugar, algunos términos
pertenecientes a Michel Foucault tales como sujeto, discurso,
práctica, poder, dominación y disciplina; en segundo
lugar, se examina el concepto de educación aportado por Inés
Dussel y Marcelo Carusso. Por último se utilizarán
todas estas aproximaciones conceptuales a modo de herramientas
teóricas para establecer algunas conclusiones iniciales y
provisorias que permitan la dinámica de algunas clases
colectivas de gimnasia de un gimnasio de la ciudad de la Plata, en
las cuales se recabaron datos empíricos con observación
participante.
Este
trabajo forma parte de los estudios iniciales pertenecientes al
proyecto de tesis perteneciente a la Maestría en Educación
Corporal: “La gimnasia en los gimnasios, ni educación,
ni física”.
Palabras Clave: Sujeto; Disciplina; Práctica; Discurso; Poder; Dominación; Educación; Gimnasia.
Abstract
Gymnastic
practices developed at gyms propose/impose, standardize and
naturalize particular relationships of power/ knowledge among their
followers. As from these practices, people can now control
and correct their bodies but this condition does not necessarily make
them more independent and knowledgeable about their corporal
practices or discourses. When power becomes a form of domination, the
generated body education does not allow for any kind of resistance or
questioning; therefore, people cannot use the knowledge gained
critically in order to govern their body choices.
The
aim of this article is two-fold: to analyse some concepts belonging
to Michel Foucault such as subject, discourse, praxis, power,
dominion and discipline; and to examine Inés Dussel and
Marcelo Carusso’s concept of education. Finally, these various
theoretical approaches will be used to establish some initial and
provisional conclusions that may help us to understand the nature and
dynamics of some collective gym classes at a gym in the city of La
Plata (Buenos Aires, Argentina), in which empirical data was
collected through participant observation.
This
paper is part of our dissertation project for the MA Degree Program
in Physical Education: “La gimnasia en los gimnasios, ni
educación, ni física”.
Key Words: Individual; Discipline; Practice; Discourse; Power; Domination; Education; Gymnastic.
Si aceptamos que las prácticas constituyen un universo de acciones caracterizadas por los sentidos subjetivos y por los significados sociales que se le atribuyen, por una racionalidad o lógica propia y también por su regularidad, frecuencia o ritualización; y si entendemos que el sujeto es el resultado, entre otras cosas, del entramado de relaciones entre diferentes prácticas (comprendidas como prácticas sociales); entonces, ¿qué tipos de sujetos y cuerpos se construyen a partir de las prácticas de gimnasia que se imponen/ proponen actualmente en los gimnasios y los discursos que las legitiman?
Para comenzar a dar algún tipo de respuesta será necesario ir desgajando la cuestión en varios puntos analíticos.
En primer lugar, podríamos iniciar este camino arrojando luz sobre el concepto de sujeto.
Según Caruso y Dussel (1997:35-36), habría tres concepciones de sujeto distanciadas entre sí: el sujeto epistémico -aquél que conoce al objeto-; el sujeto sintáctico – quien realiza la acción del predicado- y por último la tercera concepción, probablemente la más dinámica, el sujeto sujetado -aquél que se construye a sí mismo, negando y transformando su realidad pero enmarcado por ciertas estructuras (dígase leyes, normas, valores, condiciones sociales o historia personal) que lo sujetan. Sin embargo, dichas estructuras son incompletas, es decir, presentan intersticios que le dan al sujeto la posibilidad de poder modificarlas.
El sujeto se constituye entonces a partir de un equilibrio inestable entre su posición de exceder lo dado o mejor dicho la realidad (término que deja más lugar a la posible construcción psicosocial de lo real) y su posición de obedecerla2. Si se plantea que la realidad no es algo objetivo, algo que ya existe de una vez y para siempre, entonces esto quiere decir que la estructura es reescrita por los significados/sentidos que el sujeto le otorga; y en función de estos últimos, tendrá un espectro de posibilidades para tomar decisiones, aunque no todas van a estar necesariamente determinadas por la estructura.(Caruso et al. 1997:39). Como contraparte, tampoco debe interpretarse de lo antedicho que el sujeto pueda convertirse en sujeto soberano del mundo, poseedor de la razón y libre de aplicarla. El psicoanálisis y su descubrimiento del inconsciente dieron por tierra con la omnipotencia de la razón que, según René Descartes, podía dominar y predecir el mundo (completando la estructura). Entonces, si el sujeto, lejos de ser soberano, no está solo en el mundo y si lo que hace y es aparece condicionado por una serie de factores (posición social, posición familiar, su historia particular, su ideología) ser libre es la posibilidad de darse cuenta del espacio que se ocupa, de la conciencia de sí. Esta definición de libertad no es enteramente libre pero la necesidad/posibilidad (lo que se puede más que lo que se quiere) tampoco es absoluta. (Caruso et al. 1997, 37).
Podemos deducir del párrafo anterior que un sujeto no conciente del lugar que ocupa está alienado (se vuelve extraño a sí mismo) en sus decires y sus haceres. Si se lleva esta cuestión al particular contexto tardomoderno de la cultura actual, en ella, los deseos del sujeto están reificados, es decir, están orientados en la búsqueda de ciertos objetos que, al ser consumidos por éste, permiten que encuentre satisfacción pero no le permiten transformar la realidad. No habría en este sujeto un deseo de deseos, sí un deseo de cosas a partir del cual el sujeto mismo se transforma en el objeto de deseo de otros (Kojéve, 1947).
En el extremo opuesto, también es imposible pensar a un sujeto que desde su nacimiento no se encuentre sujetado. El cachorro humano se introduce en un mundo ya significado por el lenguaje de otros. Sus gestos y acciones corporales reciben un nombre y un sentido ya configurado con los cuales se identifica. Sin embargo, si bien esto se da así, la pertenencia a un grupo de referencia no determina una identidad de manera automática.
Michel de Certau, en este sentido, afirma que el sujeto es un pliegue individual/singular de lo colectivo. Es decir, el sujeto es un producto particular, resultante de la confluencia azarosa e intencionada de significados familiares y culturales, presentes y pasados, privados y sociales.
Volviendo a la idea dialéctica de sujeto como constructor de ciertas prácticas apoyadas por una determinada lógica y, a la vez, de sujeto como constructo consecuente de estas mismas prácticas vamos a adentrarnos primeramente en la objetividad terminológica del vocablo práctica y, su correlato indispensable, la noción de discurso, para luego internarnos en las cuestiones relativas al poder. Posteriormente, haremos hincapié en la presencia empírica de ciertas prácticas de gimnasia en la sociedad actual y los discursos corporales dominantes que las apoyan.
El concepto de práctica podría entenderse como una acción no discursiva que no puede ser totalmente aprehendida por los discursos (es irreductible a los discursos), que guarda cierta lógica o sentido según sus actores y que se produce con determinada frecuencia, regularidad o ritualización.
Por otro lado, el discurso -que bien puede entenderse como una práctica discursiva- podría explicarse (y esto es un metadiscurso o una de las formas en que podemos aprehender la práctica discursiva) como un enunciado que hace ser a lo que designa, que modela y construye la práctica a través de cierto formato u orden (el orden del discurso) y que la hace inteligible a través de un cristal o lente no precisamente neutral (la orden del discurso).
Una vez expuestos estos conceptos de manera sintética, debemos decir, en relación a lo anterior, que si el sujeto construye ciertas prácticas y las apoya y fundamenta en ciertos discursos, dichas prácticas y discursos no son ajenas a cuestiones de poder. Carusso y Dussel (1997:43) sostienen que los sujetos construyen una red de experiencias, entendidas como compleja unión entre modos de ver el mundo y modos de actuar sobre él, pero si bien la experiencia es un producto de las relaciones del sujeto con el mundo, lo social plantea que este mundo está poblado por otros sujetos, otras redes de experiencias. El poder, entendido como red de experiencias impuestas por otros, más o menos legitimadas, más o menos explícitas, margina, reprime o desvaloriza seguramente otras experiencias.
Por su parte, Foucault diferencia las relaciones de poder de las relaciones de dominación. Las primeras son todas aquellas relaciones existentes entre los hombres (amorosas, económicas, pedagógicas, institucionales, etc.) en las que unos tratan de orientar, conducir e influir en la conducta de los otros. Se caracterizan por ser relaciones móviles, inestables, no predeterminadas. Es decir, que las relaciones de poder se pueden modificar y en ocasiones, se pueden invertir. Son relaciones que sólo pueden existir en la medida en que los que participan en ellas son sujetos libres. Las segundas, las relaciones de dominación son, por el contrario, aquellas permanentemente disimétricas en la que la libertad de los participantes se ve muy limitada o prácticamente es nula.
En cuanto a las clases de gimnasia en el gimnasio, nadie asiste obligadamente a las mismas. Sin embargo, los discursos que sostienen los actores que las llevan a cabo reflejan una moral interiorizada que comparten con otros sujetos modernos occidentales y que los autocompele a percibir y a usar el cuerpo de modo no casual ni causal. Este modo está naturalizado y esconde sus vetas arbitrarias. “Las personas no saben lo que hacen; con frecuencia saben por qué hacen lo que hacen, pero no saben que hacen” Es decir, Foucault sostiene que, si bien no considera a los individuos como meros instrumentos de poder, tampoco cree que sean concientes de las amplias consecuencias de sus acciones.
La gimnasia como un conjunto de disciplinas que disciplinan
Asistir a la clase de gimnasia es un ítem más entre otros necesarios en la lista de prácticas para adquirir o al menos aparentar un cuerpo más cotizado entre otros. Algunos mecanismos reguladores y correctivos del cuerpo se desarrollan en la intimidad de la vida cotidiana (comer, dormir, higienizarse, depilarse, colocarse cremas para mejorar la textura de la piel) y otros necesitan ser públicos y sociales (ir de shopping, ir a la peluquería, hacerse una cirugía estética, ir al gimnasio). El caso es que cada detalle corporal se encuentra bajo el juicio de una obediencia internalizada que, en función de una óptica meritocrática, hace que los sujetos se crean naturalmente responsables del lugar que ocupan en la sociedad. Estas minuciosas regulaciones corporales constituyen una microfísica del poder que se prolonga y se mantiene gracias a las técnicas del yo. Dichas técnicas controlan la conducta en forma permanente y el sujeto se autovigila con recelo porque nunca sabe cuándo lo vigilan ni quiénes lo vigilan.
Podemos entonces entender las prácticas de la gimnasia como un conjunto de disciplinas que disciplinan. Es decir que ponen en funcionamiento un conjunto de relaciones de poder/saber entre sus actores. Este poder es dinámico e inestable, como ya lo dijimos, y se replica en quien conduce la clase y también en quienes la reciben con respecto a otros que en el imaginario de los primeros se pierden la oportunidad de sentirse superiores. Este poder puede reproducir el orden establecido pero también puede subvertirlo o, al menos, comenzar a ponerlo en duda.
La gimnasia del gimnasio: una disciplina que no libera
Los saberes que las gimnasias diseminaron a lo largo del siglo XIX y XX se correspondieron con los intereses sociales, políticos y económicos de las instituciones en las que se fueron desarrollando. A lo largo de estos siglos, las gimnasias occidentales se valieron de diversos discursos de carácter militar, positivista, biológico, médico, educativo, deportivo o estético. Cuando la gimnasia y sus prácticas fueron concebidas desde la Educación Física e implantadas en la escuela, sus discursos absorbieron la lógica escolar y exaltaron sus virtudes formativas.
Hoy en día la gimnasia muestra su esplendor y su territorio en los gimnasios, propiedades privadas con fines de lucro pero no exentas a los intereses del estado.
Las clases de gimnasia observadas pertenecen a un gimnasio céntrico de la Ciudad de La Plata. Forman parte de la oferta de clases colectivas de dicho gimnasio y reciben el nombre de clases de Aerolocal. A ellas acuden entre dos y tres veces por semana un conjunto de quince (15) mujeres jóvenes con edades que promedian los 25 años. Las observaciones se hicieron tuvieron una duración de un mes y se realizaron en septiembre del 2011.
En etapa de la tesis, más dedicada al encuadre teórico, se han realizado algunas observaciones participantes preliminares a los efectos de lograr un primer contacto con el campo de la realidad a estudiar que permita tomar decisiones más ajustadas o adecuadas en las etapas sucesivas de la investigación.
Al mismo tiempo, se ha comenzado a encontrar en dichas clases algunos elementos repetitivos y claves que, al hacerlos interactuar tempranamente con la teoría, permiten establecer algunas hipótesis iniciales.
Una de las hipótesis centrales consiste en sostener que las clases de gimnasia, observadas en el gimnasio, reproducen a la perfección el poder de las disciplinas: se puede observar que las alumnas se distribuyen alrededor de la profesora en función de jerarquías. Las alumnas más estilizadas, mejor vestidas, las que más saben las técnicas de movimiento, las que más asisten, las que más se esfuerzan, van adelante, cerca de la que conduce la clase. Por el contrario, las alumnas más nuevas, las más alejadas de los patrones estéticos imperantes, las que no se creen capaces de aprender (entendiendo esta capacidad como un don y no como una construcción) habitualmente se repliegan al fondo del salón por motu propio. Los movimientos que se observan en las clases son iguales para todas. No están pensados en función de las necesidades o intereses particulares. A lo sumo, se ofrecen algunas variantes pero muchas alumnas se esfuerzan por aparentar que pueden llevar adelante el ejercicio más difícil que, por otra parte, es el que habitualmente ejecuta la profesora porque es el de mayor jerarquía y reconocimiento.
El salón de clase presenta una tarima de varios centímetros donde la profesora se ubica y desarrolla la clase. Dicha tarima se encuentra por encima de todas las alumnas. Todas pueden ver a la profesora que es la que detenta el saber y el poder y ésta, a su vez, puede observar y juzgar a todas. Los espejos que cubren las paredes del salón -habitualmente al frente- permiten que el campo de las miradas se multiplique a manera de panóptico.
La profesora lleva el duro esfuerzo cotidiano de ser el modelo físico y el modelo de rendimiento que garantiza y vende la eficiencia/eficacia de la clase. Debe esforzarse diariamente para aparentar y mantener una imagen que fascine y que seguramente no ha logrado sólo con su clase de gimnasia pero que recrea el mito en sus alumnas. Las relaciones de poder/saber se distribuyen por el espacio a través de las miradas en forma permanente. La mirada de la profesora es la que goza de mayor legitimidad para calificar, clasificar, aprobar o desaprobar al resto de la clase. El examen es permanente.
En el discurso de la profesora aparecen cuestiones técnicas, fisiológicas, cuantitativas o estéticas: “vamos... dale duro que llega el verano; meté la panza y la cola”; “uno, dos, tres”, “ocho más”, “este ejercicio es para fortalecer el tríceps”.
El discurso de la profesora es fragmentario y habitualmente se desarrolla sobre un fondo de música muy fuerte. Pareciera como si todas supieran que es lo que hacen hasta que de repente se observa que una alumna se toca la cabeza porque la profesora se la toca, pero no interpreta que es porque le pica. Y entonces podemos sospechar que muchas simplemente imitan sin entender ni preguntar qué es lo que hacen. Está normalizado moverse en la clase de gimnasia sin comunicar, sin cuestionar, sin preguntar, sin dudar.
Cada momento de la clase está específicamente determinado bajo largas encadenaciones de actividades planificadas que evitan las demoras. No hay que perder tiempo porque sólo tienen una hora para moverse. No hay tiempo para compartir experiencias ni para conocerse, no hay tiempo para explicar con detenimiento algunas cuestiones del trabajo, no hay tiempo para la exploración y el juego del propio cuerpo o de otros cuerpos: es preciso entrenar lo más que se pueda para alcanzar con prontitud el cuerpo normalizado. Hay que fascinar con la moral del bienestar y del cuidado de sí representado en el glorioso cuerpo de la que conduce. Hay que transpirar la moral del esfuerzo y del dolor para después vivir la vida feliz de la profesora representada en el imaginario de los otros como alguien que detenta un cuerpo con grandes posibilidades de éxito social. El dolor físico es menos importante que el castigo moral de no ser parte de la elite conformada por los que pueden.
En el discurso de algunas alumnas que conversan se refuerza la idea de practicar gimnasia para cambiar algo de su apariencia corporal. Necesitan ser otras. Sobreviene en las palabras de las mismas la disconformidad por sus glúteos, su abdomen, sus piernas o sus brazos. Dichas preocupaciones estéticas son uno de los principales motivos por las que se esfuerzan en ser disciplinadas cada día, no sólo en gimnasio, sino en otras esferas de la vida cotidiana como el comer, el dormir o el vestirse.
Pero, si hasta aquí hemos desarrollado un modesto análisis empírico acerca de la gimnasia como una disciplina que disciplina, deberíamos a continuación, analizar cuáles son las posibilidades de educación que ofrece la gimnasia a los sujetos que la practican o, en todo caso, analizar que tipo de educación se deriva del carácter disciplinario que detenta la gimnasia a nivel empírico.
Es interesante rescatar en este punto, el significado etimológico de la palabra disciplina. Dicho término es una forma abreviada de discipulina, relacionado con la consecución del “aprendizaje” (disci) del “niño” (puer/puella), representado en la palabra pu de pulina. Por lo tanto, en cuanto a sus principios etimológicos, el término tiene una denotación educativa e, incluso entonces, manifiesta ambos aspectos de la ecuación poder-saber porque la disciplina supone presentar determinado saber al aprendiz y a la vez es la que lo mantiene a éste en el poder (Hoskin,1990:34).
Algunos autores han visto en el sujeto disciplinado, en las formas de subjetividad construidas por las tecnologías y los saberes disciplinarios, la manifestación de un poder casi exclusivamente de carácter opresivo: cuerpos dóciles y útiles sometidos por técnicas inexorables de poder/saber, sujetos sociales pasivos con pocas posibilidades de oponerse y de resistir a las imperiosas coacciones externas. Las relaciones de poder disciplinario estarían así más cerca de lo que Foucault denomina relaciones de dominación que de que las relaciones de poder propiamente dichas.
No obstante, el propio Foucault, rechaza una interpretación del poder disciplinario como poder exclusivamente negativo y afirma que los sujetos se moldean a sí mismos mediante prácticas y técnicas que ejercen sobre sí y que, sin embargo, no son inventadas por ellos sino que son esquemas de percepción y de actuación que les son propuestos o impuestos por su cultura. Dichas técnicas y prácticas los hacen aptos para actuar tanto en el plano individual como en el plano político y social y también los hacen capaces de resistir, de oponerse y de modificar las tendencias existentes en nuestras sociedades actuales hacia la uniformización y la dominación (Varela, 1990).
Cabría preguntarse entonces qué posibilidad de resistir o al menos cuestionar tienen los alumnos que asisten a las clases en los gimnasios; qué mecanismos de concientización pueden desarrollar ante la imposición de un determinado orden corporal uniformado y uniformante, basado en un sistema de percepciones y actuaciones corporales arbitrarias.
Si entendemos la educación como una conducción de conducciones (Dussel et al., 1999) encargada de transmitir cultura, podemos asegurar que la gimnasia cuenta con el gran privilegio de transmitir la cultura corporal de una sociedad y de fomentar que cada alumno gobierne su propio cuerpo estableciendo una posición crítica y reflexiva sobre lo adquirido.
Desde esta perspectiva, la gimnasia que se desarrolla en los gimnasios pareciera estar muy alejada de criterios educativos y los sujetos que se mueven en ellas parecen pagar para no pensar. Llevan su “físico” al gimnasio simplemente para que se lo embellezcan o lo vuelvan más rendidor de la misma forma en la que llevarían la ropa a un lavadero automático o el auto al mecánico para que se lo arreglen.
Esto no quiere decir, que las clases de gimnasia no sean atrayentes y placenteras o incluso que no deban fomentar cierta disciplina, ciertos esquemas de percepción y de actuación sobre sí mismos, la incorporación de buenos hábitos con respecto a cómo uno aprende a relacionarse con su cuerpo y sus movimientos. El punto en cuestión es que las clases de gimnasia observadas en los gimnasios parecen empobrecidas en cuanto a sus valores formativos. Si por definición la gimnasia está orientada a desarrollar una relación más inteligente de los sujetos con sus propios cuerpos, es justamente esta problemática la que deja a nivel empírico, sus espacios en blanco. Los actores sociales del gimnasio no adquieren herramientas formativas que le permitan cuestionar o decidir por sí solos qué deben hacer con sus cuerpos. El pseudopoder que adquieren en las clases (por ejemplo el reconocimiento social que se les adjudica a los que asisten a cierto gimnasio) no transforma la realidad. Es un poder que sólo se reproduce y se multiplica pero que no permite una mirada diferente y liberadora en la construcción de su propia subjetividad y la sociedad que los rodea.
Será material de los próximos informes de investigación, profundizar los sentidos/significados que le dan los participantes a sus prácticas en el gimnasio, conforme avance el trabajo de campo con las observaciones participantes y la recolección de datos empíricos provenientes de las entrevistas.
A modo de conclusiones propositivas
Si el sujeto cuenta con la posibilidad de gobernarse así mismo y transformar las relaciones que guarda con su cuerpo y su entorno, al cual no está necesariamente sujetado, entonces la gimnasia practicada en el gimnasio en sus horas “libres” debería permitir una educación que lo forme, que le otorgue el poder auténtico de liberarse, de cuestionar dichas relaciones a partir de aprendizajes significativos sobre su cuerpo y su uso social cotidiano.
Convertir lo que se hace en el gimnasio en una práctica educativa liberadora implica llevar a cabo una gimnasia que fomente saberes corporales y motrices, y que no sólo opere como instrumento disciplinador de conductas repetitivas y mecánicas en pos de una pretendida salud o belleza imperante.
Notas
(1) Profesora en Educación Física de la Universidad Nacional de La Plata. Docente en las carreras de Educación Física del Departamento de Educación Física, FaHCE-UNLP. Investigadora en AEIEF-IdIHCS-FaHCE-UNLP.
(2)El psicoanálisis hace uso del término realidad para designar lo que el conocimiento humano construye y deja el vocablo “real” para significar lo que queda fuera de la acción constructiva del sujeto y que constituye la referencia necesaria de esa construcción. Ver Crisorio, Ricardo (1998) “Constructivismo, cuerpo y lenguaje” en Revista Educación Física y Ciencia. Año 4, Pág. 76.
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